Iglesia y Sociedad

Reflexión teológica sobre el Katún

15 Nov , 2010  

(Honrado por la invitación de la Comisión Coordinadora del XX Encuentro Ecuménico de Teología India Mayense, comparto con los lectores y lectoras de esta columna semanal, las palabras que pronuncié en el Encuentro ante hermanos y hermanas de los pueblos tseltal, tzotzil, tojolabal, ch’ol, zoque, mam, kalchik’el y maya peninsular, reunidos en Dzan, Yucatán)

Introducción

Los mayas tenían una muy precisa medición del tiempo. Pero no lo hacían para competir con otros calendarios de la época. Es muy bueno que nuestros abuelos y abuelas tuvieran una manera tan exacta de conocer el transcurrir del tiempo, pero la razón que ellos tenían no era la de ser los mejores astrónomos.

Fray Diego de Landa señala que los sacerdotes enseñaban a los hijos de los otros sacerdotes y de los nobles: “…la cuenta de los años, meses y días, las fiestas y ceremonias, la administración de sus sacramentos, los días y tiempos fatales, sus maneras de adivinar, remedios para los males, las antigüedades, leer y escribir con sus letras y caracteres en los cuales escribían con figuras que representaban las escrituras.” (1)

¿Por qué guardaban con tanto celo nuestros antepasados la cuenta del tiempo? ¿Por qué elaboraron un calendario tan exacto? Para guardar la memoria. Memoria de los acontecimientos que merecen ser recordados (razón antropológica) y memoria de las veces en que se experimentó la presencia de Dios en medio del pueblo (razón teológica).

Dios siempre está presente entre nosotros. Eso lo sabemos. Pero hay ocasiones en que ocurre lo mismo que en nuestros encuentros de teología: son momentos en que retomamos fuerzas, nos encontramos, conversamos y danzamos, y eso llena nuestro corazón y nos da una experiencia nueva de Dios, que merece recordarse. No es que Dios no esté en el resto del tiempo en que no estamos reunidos. Pero hay tiempos que se cargan de significado, y el encuentro con los hermanos y hermanas tiene para nosotros una carga especial de significado, la experiencia de la presencia de Dios se nos hace especialmente clara, transparente.

Se parece un poco a lo que san Agustín decía a propósito de la Biblia. San Agustín decía que al principio, cuando Dios creó el mundo, las personas no tenían ningún problema para conversar con Dios, estar con Él, hablarle cara a cara. El mundo creado era para ellos como un libro abierto. Descubrían la presencia de Dios en todo: en el amanecer, en el sol y la lluvia, en la siembra y la cosecha. Dios era su hermano de camino. Pero llegó el momento en que las personas endurecieron su corazón en contra de sus hermanos y hermanas, comenzaron a tratarse mal entre ellos, a abusar los unos de los otros y cometer injusticias… y entonces su vista se oscureció. Cuando quisieron ver a Dios cara a cara ya no pudieron. Sobre sus ojos había caído como un velo que les impedía ver el rostro de Dios. Como decidieron con sus acciones no tener más a Dios como compañero de camino, entonces ya no pudieron distinguir su presencia en las cosas creadas. La lluvia comenzó a ser solamente lluvia, y no ya la caricia de Dios sobre la tierra. El amanecer era solamente la salida de un astro en el cielo y no la presencia de Dios que nos da vida y calor.

Entonces, decía san Agustín, Dios permitió que se escribiera un segundo libro, la Biblia, solamente para que los seres humanos volviéramos a descubrir la presencia de Dios en el mundo. Por la lectura de la Biblia, si tenemos los ojos y el corazón abiertos, podemos llegar a descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas. Lo mismo nos ocurre con algunos momentos de nuestra vida, como en estos encuentros de teología: la convivencia comunitaria nos permite sentir a Dios más cerca, el compartir de nuestros pensamientos y nuestros corazones nos ayuda a distinguir mejor su presencia en nuestras vidas, la palabra de nuestros abuelos y abuelas nos llena el corazón de fuerza. Por eso guardamos la memoria de estos encuentros. Por eso, cuando llega una fecha como ésta en que cumplimos veinte años, recordamos lo que hemos vivido y lo celebramos, y tomamos nuevas fuerzas para otros veinte años.

El Katún: la persistencia de la memoria

“Los katunes son periodos de aproximadamente 20 años solares (7,200 días) que fueron empleados por los mayas, con algunas variantes dependiendo de la región, desde por lo menos el siglo III d.C. y hasta los tiempos coloniales. En los ejemplos más antiguos forman parte del sistema cronológico denominado Cuenta Larga que permitió a los mayas situar con toda precisión en el tiempo los diversos hechos. Este sistema tenía como unidad el tun (periodo de 360 días) e incluía lapsos menores (kin, día, uinal, “mes” de 20 días) y mayores (katun de 20 tunes; baktun, periodo de 400 tunes)” (2).

Así dice la maestra Laura Sotelo (3). Los katunes, como unidad de 20 años, llegaron a ser el elemento fundamental en la contabilidad del tiempo. Así lo menciona también el fraile franciscano Andrés de Avendaño, que convivió con los itzáes en el siglo XVII:

“Les dije que yo deseaba hablar con ellos de la antigua manera de contar que ellos usaban, tanto de los días, meses y años, como de las edades y descubrir cuál era la edad en la deberíamos estar (en tanto que para ellos una edad consiste únicamente de veinte años) y cuál era la profecía sobre el dicho año y edad; todo esto está grabado en ciertos libros de una cuarta de yarda de alto y unos cinco dedos de ancho, hechos de corteza de árboles, doblados de un lado a otro como biombo; cada hoja del espesor de un Real mexicano de a ocho. Estos están pintados por ambos lados con una variedad de figuras y caracteres (de la misma manera como los indios mexicanos también usaban en sus viejos tiempos), los cuales muestran no sólo la cuenta dicha de los días, meses y años, sino también las edades y profecías que sus ídolos e imágenes les anunciaban a ellos, o, para hablar más correctamente, el diablo mediante el culto que ellos le pagaban en la forma de algunas piedras”. (4)

Independientemente de la ignorancia teológica de los españoles llegados a nuestras tierras, que pensaban que era obra del demonio todos los ritos religiosos que no eran iguales a los suyos, queda claro en el texto lo importante de la unidad de veinte años en los procesos de contabilidad del tiempo y conservación de la memoria.

La precisión de la cuenta de veinte años permitía guardar celosamente en la memoria todos los acontecimientos que vivía el pueblo. Es una forma de fechamiento que llama la atención, hasta el día de hoy, a los pueblos de todo el mundo, precisamente debido a la manera de ubicar de manera precisa y relativamente sencilla, los acontecimientos experimentados. Esta precisión le hace decir a Fray Diego de Landa, imbuido también de la deficiente teología de su tiempo (que parecía más bien demonología):

“Quien esta cuenta de los Katunes ordenó, si fue el demonio, hizo lo que suele ordenándola a su honor; y si fue hombre, debía ser buen idólatra porque con estos sus Katunes añadió todos los principales engaños y agüeros y embaucamientos con que esta gente andaba allende de sus miserias del todo embaucada, y así, esta era la ciencia a que ellos daban más crédito y la que en más tenían y de la que no todos los sacerdotes sabían dar cuenta.” (5)

Una cosa más nos llama la atención en esta palabra de Fray Diego de Landa: la mención de que, para el tiempo de la invasión española, había sacerdotes que ya no sabían dar cuenta de aquello que se guardaba en la memoria. Esto nos indica la importancia, más allá del sistema de medición del tiempo o del número de años, de hacer un esfuerzo porque la memoria no se pierda. Los veinte años son, por así decirlo, un pretexto, un recurso, una ocasión para recordar con fidelidad e impedir que la memoria se desvanezca.

El katún: memoria y desarrollo de la tradición

Los libros antiguos de nuestros antepasados, aunque sean sagrados, son solamente libros viejos, si los leemos como si fueran palabras muertas. Pero nosotros sabemos por experiencia que son palabras vivas, es decir, vivificadoras, capaces de dar nueva vida a quienes leen. El katún, como unidad de tiempo, ofrece la oportunidad a los pueblos mayas, no solamente de mirar hacia atrás para ver lo vivido, no solamente de leer con amor y devoción las palabras de nuestros abuelos y abuelas, sino también para lanzar la mirada hacia el futuro.

En esto, la tradición indígena se parece mucho a lo que sucedió con la Biblia. Y no es casualidad: la Biblia es también la memoria de un pueblo y de su experiencia de Dios, que fue contada muchas veces de manera oral antes de que se convirtiera en Escritura. Pero, sobre todo, que se siguió leyendo una vez escrita, pero era leída, por cada generación, para responder a necesidades nuevas, para ofrecer vida nueva en circunstancias muy distintas de aquellas que vivieron los que la escribieron. Esta es la fuerza de las palabras antiguas.

Las palabras antiguas de nuestros abuelos y abuelas, nuestro Antiguo Testamento, como lo nombramos en el encuentro de Amatenango del Valle, en 1999, son palabras de vida solamente si las leemos en relación con las necesidades de nuestros pueblos, para darles vida. De lo contrario, amenazamos con convertirlas en piezas de museo, como desgraciadamente es usada también la Biblia a veces. Cada generación tiene la responsabilidad de hacer crecer la tradición, de leerla con ojos nuevos, de sacar nuevas conclusiones de esas verdades antiguas. La lectura de los textos antiguos debe llevarnos a un compromiso con la transformación de las condiciones de vida en la que vivimos los que leemos.

Un signo de esta relectura lo tenemos en lo que ocurrió con el registro que tenían los mayas peninsulares en el tiempo de la invasión española. En los libros del Chilam Balam los acontecimientos se sitúan siempre en un marco temporal. Pues bien, en el antiguo sistema calendárico maya, el numeral trece hacía de marcador de inicio de un nuevo ciclo. Así, en todos los textos del Chilam Balam el katún 13 era el último de las ruedas. Sin embargo, en el Chilam Balam de Chumayel encontramos este texto:

«En el Once Ahau se comienza la cuenta, porque en este Katún se estaba cuando llegaron los Dzules, los que venían del oriente cuando llegaron. Entonces empezó el cristianismo también. Por el oriente acaba su curso. Ichcansihó es el asiento del Katún». (6)

Es la primera vez que se señala el katún 11 como el inicio de un nuevo ciclo. Y esto sucede porque hace referencia a un hecho histórico que transformó al mundo maya: la conquista. Efectivamente, Francisco de Montejo funda la ciudad de Mérida en 1542, es decir, en un katún 11 Ahau. El texto especifica más adelante la fecha en el calendario gregoriano: “Estoy en 20 de agosto del año de 1541. Marqué los nombres de los años en que empezó el cristianismo” (7). Tanto el Libro de Chilam Balam de Chumayel como el de Tizimín señalan este hecho histórico, y ambos manuscritos aclaran que el katún 11 Ahau es “el primero que se cuenta” (8), cambiando el orden tradicional y natural en que se ordenaban los ciclos de 20 años. Por ello podemos señalar que una de las diferencias sustanciales en la concepción del tiempo entre los mayas prehispánicos y los que presenciaron la conquista de Yucatán fue esta modificación que introdujeron en su sistema calendárico.

Como bien señala la maestra Laura Sotelo, fue tan dolorosa la experiencia de la conquista, que vino a convertirse en un hecho que diferenció cualitativamente el paso del tiempo. Creemos que se convirtió en una especie de nuevo cataclismo cósmico que dio fin a un mundo, como lo señala el Chilam Balam de Chumayel:

«Y fue mordido el rostro del Sol. Y se oscureció y se apagó su rostro Y entonces se espantaron arriba. “¡Se ha quemado!, ¡ha muerto nuestro dios!” decían sus sacerdotes. …
Y entonces vinieron los dioses escarabajos, los deshonestos, los que metieron el pecado entre nosotros, los que eran el lodo de la tierra.
Cuando vinieron, iba acabando el Katún. El Katún Maldito es aquel en que fue ordenado: “¡Cuidado habláis, así seáis los dioses de esta tierra”! (9)

Habría que recordar este recurso de la memoria de los mayas antiguos, que hasta cambiaron la cuenta de su calendario con tal que esta fecha no desapareciera de la memoria. Habría que recordarlo especialmente ahora que un nuevo espíritu colonizador coloca estatuas para los criminales que devastaron estas tierras, y para quienes, detrás de la bonita frase “encuentro de dos mundos” tratan de esconder la violenta invasión que ha dejado, hasta nuestros días, una estela de discriminación que no distingue solamente aquel que no quiere verla. Porque como bien dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

El katún y el sentido celebrativo

Para nuestros abuelos y abuelas el katún era la oportunidad también de celebrar. Cuando se cumplía una unidad de veinte años, no solamente se recordaba con la memoria, sino que se recordaba también con la piedra. Muchas de las estelas que encontramos en las antiguas ciudades de nuestros antepasados fueron erigidas para conmemorar los acontecimientos de un katún. La unidad de veinte años permitía lanzar una mirada agradecida a Dios y para rememorar, se erigían estelas. Basta escuchar las palabras de Eric Thompson, un estudioso de los mayas antiguos, para caer en la cuenta de la belleza de estos testimonios gráficos:

«Cada katún marcaba el final de un periodo mayor en la grandiosa concepción imaginativa de los mayas, el majestuoso viaje del tiempo en la eternidad. Cada uno estaba conmemorado en las antífonas mayas. Cada uno honrado en el cuidadoso corte, en la ardua transportación y erección de magníficas estelas de piedra. Glifos, cuidadosamente labrados, expresaban en acompasadas líneas la grandeza del acontecimiento. Las cadencias de las series iniciales cantaban su gloria y los jeroglíficos terminados repetían su alabanza. Las pirámides se elevaban para exaltarlos y los pétreos dinteles entonaban su majestad. Los cautivos perdían sus vidas en sacrificios dedicados a cada katún, los sacerdotes vertían su propia sangre en su honor. Todo el esplendor y riqueza de cada comunidad estaba dirigida a engrandecer su gloria, en un grado no visto por ojos occidentales desde el fin del medioevo». (10)

Herederos de esta tradición, nosotros también podemos vivir este período de veinte años con un sentido de celebración. Mirar hacia atrás lo que hemos vivido produce en nuestro corazón muchos sentimientos: reconocemos lo que hicimos mal, evaluamos los resultados de nuestra siembra, etc. Pero un sentimiento que no debe faltar es el del agradecimiento festivo. Hay que celebrar, como hacían nuestros abuelos y abuelas, el paso de Dios en medio de su pueblo. El katún tiene un profundo sentido celebrativo.

El katún y nuestro encuentro

¿Qué tiene que decir todo esto a nuestro encuentro? Estamos celebrando nuestro encuentro número 20, nuestro primer Katún. Salgamos de aquí con el ánimo recargado y alimentados de estas ideas que nutrieron a nuestros antepasados:

1. Tenemos que cultivar la memoria de manera insistente, sin cansarnos. De la conservación de la memoria depende, en gran medida, la conservación de nuestra identidad. Por eso hay quienes quieren asesinar nuestra memoria; por eso hay quienes quisieran que no recordáramos más nuestros orígenes; por eso hay quienes abogan porque nos “castellanicemos”, nos “integremos”, escondiendo tras esas palabras elegantes su intención de que desaparezcamos como pueblos.
2. Pero no solamente tenemos que recordar individualmente, hay que hacerlo comunitariamente. Ya escuchamos cómo, al tiempo de la conquista, había ya sacerdotes mayas que no podían explicar, que ya no recordaban los acontecimientos escritos en los libros sagrados antiguos. Nosotros tenemos que construir la soga, la cadena de la memoria, para que las próximas generaciones conozcan su identidad.
3. Tenemos que hacer crecer la tradición que hemos recibido. Tenemos que aprender a leer los textos antiguos con ojos nuevos. A recordar el pasado, pero teniendo delante de los ojos el futuro que queremos. A aprender de la experiencia de los antiguos, pero para resolver los problemas que hoy tenemos. Esta es la labor que exige de nosotros mucha creatividad, para que lo antiguo siga teniendo valor y no se convierta en antigualla.
4. Finalmente, hemos de mirar el pasado siempre con ojos agradecidos y festivos, como hacían nuestros antepasados en las festividades y las estelas. Recordar es llenar el corazón de nueva fuerza. Y eso es digno de celebrarse. Una memoria sin celebración es una memoria triste.

Que Dios, corazón del cielo y de la tierra, que nos ha permitido llegar a este primer katún, nos siga dando su luz y su fuerza para cerrar muchos katunes más, muchas edades, y que nos ayude a seguir construyendo sin cansancio la Casa de dignidad y justicia para todos y todas.

Notas:

1. LANDA Diego de, Relación de las Cosas de Yucatán, (Porrúa, México, 1973), p.15
2. En algunos sitios haya inscripciones que contienen fechas que incluyen lapsos mucho mayores, como por ejemplo las estelas N y 1 de Cópan, la estela 10 de Tikal. la F de Quiriquá y las de la escalinata jeroglífica del templo 33 de Yaxchilán. Así conforme a esos ejemplos, podemos señalar que los pictunes son periodos de 8,000 tunes, los calabtunes de 160,00, los kinchiltunes de 3 200,000 tunes y los alautunes de 64000,000 tunes- Los ciclos mayores a los alautunes, aún no se les asigna nombre, pero al parecer comprenderían periodos de hasta más de tres mil billones de años.
3. SOTELO Laura, Los dioses rectores de los katunes, Tesis de maestría no publicada, presentada en el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
4. Avendaño y Loyola. Relación de las dos entradas que hice a Petén Itzá., citado en ROYS Ralp, The Book. of Chilam Balam of Chumayel, (Norman, Washington, 1933) p. 184
5. LANDA Diego de, Op. Cit. p. 104.
6. Libro de Chilam Balam de Chumayel, (SEP México, 1985) p. 50.
7. Ibid, p. 56.
8. El Libro de los Libros de Chilam Balam (FCE México 1978) p. 68.
9. Ibid., p. 49. Citado en SOTELO L., Op.Cit., p. 20
10. THOMPSON Eric, Maya Hieroglyphic Writing. An Introduction (University of Oklahoma Press: Norman, 1978) p. 206-207.

Iglesia y Sociedad

¡No a la presa El Zapotillo!

8 Nov , 2010  

La construcción de represas es una estrategia antigua de aprovechamiento del agua. Las presas sirven para controlar inundaciones, aprovechar el agua como energía o suministrar agua para diversos usos (domésticos, industriales o de riego). A partir de 1950, sin embargo, la construcción de represas aumentó de manera desbordada, de suerte que la mitad de los ríos del mundo tienen al menos una gran represa, usada sobre todo para la producción de energía eléctrica. De esa fecha a nuestros días, se han construido en el mundo más de 45,000 represas.

El abuso de este tipo de estrategia tiene comprobados impactos sociales y ambientales negativos, no sólo en lo que toca a la fragmentación de los ríos y las consecuencias desertificadoras del cambio de sus cauces, sino a que muchos gobiernos, entre ellos el mexicano, han desplazado a poblaciones enteras para inundar sus territorios. De manera que el futuro de la construcción de represas está muy cuestionado en el mundo entero.

Bajo el auspicio de la Unión Mundial para la Naturaleza y del Banco Mundial, en 1997 se constituyó la Comisión Mundial de Represas (CMR), con miembros seleccionados de entre diversas regiones y especialidades relacionadas con el tema del agua. Actuando de manera independiente, sin representar a ninguna institución o país, los especialistas realizaron una revisión global de los impactos y eficacia de las grandes represas y las opciones alternativas disponibles para el cuidado del agua y la generación de energía. Los 39 especialistas de la CMR estuvieron en consulta permanente con otros 68 miembros de instituciones interesadas en este debate, de manera que tuvieron acceso a todos los puntos de vista.

El resultado es el documento titulado “Represas y Desarrollo: Un Nuevo Marco para la Toma de Decisiones” (Dams and Development: A New Framework for Decision-Making), publicado en el año 2000. Los criterios y recomendaciones de la CMR intentan asegurar que las decisiones que se tomen en relación al desarrollo del agua y la energía reflejen un enfoque comprehensivo para integrar las dimensiones sociales, ambientales y económicas en materia de desarrollo; creen una mayor transparencia y seguridad para todos los implicados; aumenten la confianza en la habilidad de las naciones y las comunidades para satisfacer sus necesidades futuras de agua y energía.

Pues bien, el gobierno mexicano, negándose a cumplir con los estándares establecidos por la CMR, ha decidido llevar adelante varios proyectos de represas sin atender a los criterios de equidad, sustentabilidad, eficacia, responsabilidad y toma de decisiones participativa. Aunque la más conocida de estas iniciativas es el proyecto conocido como “La Parota”, debido al nivel de litigio internacional al que ha llegado, quiero hoy referirme a otro proyecto, el de la presa El Zapotillo, también actualmente en discusión.

La construcción de la presa El Zapotillo traerá como consecuencia la inundación y desaparición de 3 comunidades: Temacapulín, Acasico y Palmarejo, afectando de manera directa a 1,000 habitantes y de manera indirecta a 15,000, inundando más de 4,816 hectáreas de tierra fértil de las que dependen la vida y cultura de los pueblos de la región. El anuncio de la construcción de la presa, noviembre de 2008, ha desencadenado la oposición de las tres comunidades condenadas a la desaparición que desde el anuncio del proyecto no se han cansado de manifestar su inconformidad y han alertado sobre los daños sociales y ambientales que causaría la presa.

La convocatoria de la Comisión Nacional del Agua, lanzada en noviembre de 2008, no ha cumplido con los requisitos de ley: no hay estudio de impacto ambiental, no hay autorización del municipio para el uso del suelo, no hay autorización del INAH para la reubicación de los templos, no ha habido información ni consulta a las comunidades que resultarán afectadas; de manera que puede decirse que los adelantos que ya lleva el muro de contención han sido hechos en un marco de ilegalidad. Pero eso no es lo más grave: las autoridades han amenazado a las comunidades para que vendan sus propiedades y acepten la reubicación de sus pueblos y no han dejado de hostigarlos a través de intimidaciones de casa en casa, reuniones amañadas con pobladores, organización de fiestas en las que pretende intercambiarse cerveza a cambio de escrituras, llamadas telefónicas a los hijos ausentes migrantes, volantes ofensivos, etc.

La mayoría de los pobladores, sin embargo, se ha mantenido firme en la resistencia al proyecto. Su convencimiento aumentó cuando se enteraron que la presa tendría solamente 25 años de vida útil y que estaba pensada, no para satisfacer necesidades de desarrollo regional, sino para beneficiar a la agroindustria de León, Guanajuato, las empresas zapateras y los grandes ranchos de terratenientes. A este “beneficio” se opone la inundación de los tres pueblos, la violación del los derechos de los pobladores y el irreversible daño ambiental que se extendería a toda la Cuenca del Río Verde y del Río Santiago, y al entero ecosistema de los Altos de Jalisco. Los habitantes de los tres poblados han emprendido numerosas acciones jurídicas para evitar la construcción de la presa y los daños que ocasionaría: juicios de amparo, juicios de nulidad administrativa, quejas ante organismos públicos de derechos humanos, comunicaciones a la ONU, todo ello en la búsqueda del respeto a sus derechos individuales y colectivos.

La respuesta del gobierno federal ha sido el desprecio. Su manifestación más elocuente: la declaración, en enero de 2008, del gerente regional del organismo de Cuenca de la CONAGUA, que declaró: “se salen o se ahogan; les vamos a comprar lanchas y salvavidas para que no se preocupen”. México continúa en el necio camino de construir este tipo de proyectos, cuando en países desarrollados han dejado ya de construir presas.

Por eso, este miércoles 10 de noviembre, se realizará una Jornada Nacional e Internacional por la cancelación de la presa El Zapotillo. El objetivo es manifestar oposición a la construcción de una presa que es ecológicamente inviable, técnicamente errónea, económicamente insostenible y socialmente dañina; una presa que borra del mapa a tres pueblos, con toda su riqueza cultural y de biodiversidad, para favorecer a unos cuantos empresarios. La presa El Zapotillo es una muestra más de al servicio de quiénes está el gobierno mexicano.

Se puede participar haciendo manifestaciones ante las oficinas de la CONAGUA, escribiendo cartas a los representantes de CONAGUA y de la CFE exigiendo la cancelación del proyecto o, simplemente, tomándose una foto en algún lugar emblemático de la ciudad con una pancarta que diga: “Los ojos del mundo están puestos en Temaca” (apócope de Temacapulín, la población más grande de las tres afectadas) y enviarla a algunos de los siguientes portales electrónicos, donde también se podrá tener mayor información sobre las acciones de resistencia:
http://www.temacapulin.com.mx
http://temacajalisco.com/sitio/
http://noalapresaelzapotillo.wordpress.com

Iglesia y Sociedad

Lo pequeño tiene su encanto

3 Nov , 2010  

Hace algún tiempo comenté en este espacio que una de las ideas que, a mi juicio, sustentan el desastre ecológico que experimentamos es el antropocentrismo. Me parece la más relevante, pero no la única. Hay otra falacia que justifica las acciones depredadoras de la especie humana: la idea de que vivimos en un mundo infinito, que no se agotará nunca.

La idea antropocéntrica tiene, como he señalado en otras ocasiones, hondas raíces religiosas. Superarla es uno de los mayores desafíos para la tradición judeocristiana que, estoy seguro, creativa como es, encontrará la vía para adaptarse a una nueva visión de la realidad que contemple la interrelación de las especies y la cadena de interdependencia con los otros seres de la naturaleza en una nueva síntesis armónica, aunque la comprensión de ciertos textos religiosos deba cambiar de manera radical. Suena difícil, pero confío que terminaremos por hacerlo. Solamente desearía que no fuera demasiado tarde.

La idea del planeta ilimitado, en cambio, casi no necesita de modificaciones ideológicas. Es una idea que, en teoría, sería fácilmente remontable si solamente abriéramos los ojos y cayéramos en la cuenta de las evidencias que la desmienten. Efectivamente, los límites del crecimiento están a la vista: es un argumento simplemente material, no teórico ni ideológico.

Hace cinco siglos que sabemos que el planeta no es una planicie infinita, sino un globo esférico. Pero hemos seguido viviendo como si la tierra fuera inabarcable, creyendo que nuestras acciones, por dañinas que fueran, no iban a hacerle mucha mella. Es hasta hace cuarenta años, en 1972, que el Club de Roma, un grupo fundado en 1968 y que hoy cuenta con más de un centenar de especialistas de muchas ramas científicas, provenientes de cerca de 52 países, publicó su informe “Los límites del crecimiento”. Sus conclusiones, científicamente sustentadas, eran apabullantes: nuestro crecimiento, en todos los niveles, se estaba acercando peligrosamente al tope que permitían sus límites. La carrera depredadora ha continuado: en 1992, veinte años después, el Club de Roma tituló su nuevo informe “Más allá de los límites del crecimiento”. Sin comentarios.

Una buena parte de la comunidad científica coincide en el diagnóstico: todo tiene un límite, también el planeta. Y estamos llegando al borde del colapso. Y no es simple catastrofismo. Se trata de una verdad objetiva, dado que nuestro crecimiento ha sido ‘exponencial’. Quizá no haya mejor ejemplo para comprender el término ‘exponencial’, que la antigua leyenda persa sobre aquel cortesano que presentó un regalo para el rey: un tablero de ajedrez. La petición de aquel humilde hombre a su soberano fue sencilla: dame un grano de arroz por el primer cuadro, el doble por el segundo, el doble por el tercero y así hasta terminar todos los cuadros del tablero. El rey, iluso, hizo traer algunos sacos de arroz pensando así que satisfaría la petición. El décimo cuadro debía llevar ya 512 granos, el cuadro 21 llegaba ya a un millón. Al llegar al cuadro 40 se sobrepasaba el billón de granos. El rey no pudo pagar al cortesano porque no fue capaz de encontrar tanto arroz junto en todo el país.

Este tipo de crecimiento exponencial es el que ha llevado al planeta a la orilla de su debacle. En tiempos del imperio romano la especie humana alcanzó los 200 millones de habitantes. No se duplicó esta cantidad sino hasta el siglo XII. Una nueva duplicación se dio en el siglo XIX, y ya en el siglo XX la humanidad se ha multiplicado por cuatro. En 1999 alcanzamos los 6,000 millones de habitantes y el año pasado, 2009, sólo diez años después, ya éramos 7,800 millones. El crecimiento exponencial es así: su ritmo de duplicación es tal que nos parece que llegamos al límite de manera repentina, inesperada.

El crecimiento exponencial de la población nos lleva a crecer también en otros campos: aumenta el espacio físico dedicado a los centros urbanos, aumenta la tierra que se necesita para cultivar los alimentos para tal cantidad de gente, que inevitablemente se le roba a los bosques o a la vegetación silvestre. Esto ocasiona grandes males: extinción de la biodiversidad, escasez cada vez mayor de agua, aumento en el uso de energía y emisiones de carbono… Un desastre.

Al ritmo que vamos, quién sabe cuántos años nos lleve una nueva duplicación de población. Desafortunadamente, el planeta ya no podrá soportarlo. Es a lo que se refieren los científicos cuando hablan de que consumimos un 30% de la capacidad de reposición del planeta. En términos bancarios significa que no solamente ya no generamos intereses, sino que hace varias décadas que nos hemos estado comiendo el capital inicial. La ONU lo ha expresado de manera tajante: a mediados de este siglo la exigencia humana sobre la naturaleza será dos veces superior a su capacidad de producción. Los datos suenan espeluznantes y nos posicionan ante una sola alternativa posible: detenernos en esta estúpida cuesta abajo.

Será necesario un nuevo proceso de readaptación al nicho biológico planetario. Tendremos que dejar de confundir crecimiento cuantitativo (de tamaño, de número, de volumen, de gasto, de ingreso, de dinero, de energía…) con desarrollo. El ritmo actual de vida que lleva la especie humana es insostenible. Podemos cerrar los ojos y asumir que no pasa nada. Podemos engañarnos con que ‘son tretas’ para distraernos de otras cosas más importantes. O podemos tomar la decisión correcta, aunque probablemente no podamos ya revertir muchos de los daños causados: desacelerar, retroceder, disminuir. En el desastre ecológico todos somos víctimas y victimarios, pero los efectos más devastadores los padece la gente pobre. Tenemos que llegar a comprender que el combate a la injusticia, la desigualdad y la pobreza no se va a conseguir con el modelo actual de crecimiento desbordado, sino con desarrollo humano y social, con una nueva conciencia de austeridad, con más equidad, y para ello es indispensable contraer la economía (menos producción, menos consumo, menos gasto de energía), decrecer cuantitativamente en todo y comenzar a apreciar la dimensión cualitativa del desarrollo.

Se trata de inventar una economía ecológica, que termine por desmitificar la manera como actualmente se califica la riqueza de un país. El crecimiento económico no crea felicidad, el PIB, como bien señalara Robert Kennedy, a quien nadie tacharía de izquierdista, “no tiene en cuenta la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación, la alegría de sus juegos, la belleza de la poesía o la solidez de los matrimonios. El PIB no toma en cuenta nuestra valentía, nuestra integridad, nuestra inteligencia, nuestra sabiduría. El PIB mide todo, menos lo que hace que la vida valga la pena de ser vivida”. Pero este es ya otro tema. Me contento aquí en subrayar la necesidad del cambio de conciencia que nos lleve a producir y a consumir menos. Sólo así tendríamos una lejana posibilidad de librarnos de la catástrofe.

Iglesia y Sociedad

El Calvario de M.A.R.

25 Oct , 2010  

Hay cosas a las que uno nunca se acostumbra. Y ruego a Dios que nunca nos acostumbremos. La persistencia de la violencia de género es una de ellas. No es un asunto que podamos ver solamente de lejitos. Es una realidad presente en nuestra ciudad, en nuestro vecindario, en muchas de nuestras casas.

El equipo de derechos humanos Indignación A.C. está ahora solicitando adhesiones a una acción urgente y solidaria a favor de M.A.R., una mujer que ha debido pasar muchos años sometida a violencia de género y cuyo caso desnuda, no solamente la perversidad del sistema patriarcal y la ausencia de equidad en las relaciones entre los géneros, sino cómo los poderes públicos, con sus extraviadas decisiones, se hacen cómplices de esta realidad de desigualdad.

El caso de M.A.R. es aterrador. Cuando tenía apenas ocho años de edad, comenzó a ser abusada sexualmente por su padrastro. A manos de él sufrió su primera violación sexual cuando tenía 9 años y de él quedó embarazada a los 11 años. Hoy M.A.R. tiene 26 años y una hija de 15.

Como el padrastro obligaba a prostituirse a su madre, G.R.S., en diversas casas de citas del sur del estado, M.A.R. corrió la misma suerte apenas llegó a los 15 años, cuando comenzó a ser obligada a ejercer el comercio sexual. Buen “comerciante”, el padrastro, que además golpeaba a M.A.R. y a su madre de manera sistemática, llevó en varias ocasiones a M.A.R a una zona militar del rumbo, donde la obligó a mantener relaciones con 15 militares en una misma noche. Escudado en su fuerza bruta, el padrastro no perdía oportunidad para demostrar su poder sobre ellas por medio de la violencia, de suerte que al menos en dos ocasiones, G.R.S. resultó gravemente herida, una vez con la cabeza abierta por el cachazo de una pistola, y otra con una herida en el brazo, producto de una cortadura con un plato roto.

Después de muchos años, en noviembre de 2009, G.R.S. logró abandonar al agresor y escapar. Decidió entonces, venciendo al miedo, acudir a Indignación A.C. para exponer su caso. Dada la complejidad de los delitos y las implicaciones del caso, Indignación A.C., después de haberlo planteado a la Maestra Georgina Rosado, funcionaria encargada del Instituto de Equidad de Género de Yucatán (IEGY), la canalizó a dicha institución. Lamentablemente el abogado de la institución gubernamental le dijo a G.R.S. que no se podía hacer nada, pues había pasado tanto tiempo de la comisión de los delitos, que éstos habían prescrito. Esta desilusionante respuesta confirmó el pesimismo de G.R.S., quien en una ocasión anterior, diez años antes, había intentado denunciar al agresor sin resultados porque él, recurriendo a malas artes, logró que la denuncia no procediera.

Un mes más tarde, fue M.A.R. la que logró escapar de su padrastro junto con su hija de 15 años. Después de superar el miedo, fue ella la que decidió, con el acompañamiento de Indignación A.C., interponer una denuncia formal ante la Agencia Especializada en Delitos Sexuales de la Procuraduría General de Justicia de Yucatán en contra del agresor. Lo acusó de los delitos de corrupción de menores e incapaces, Lenocinio y Trata de Personas, Delitos contra el estado civil, violencia intrafamiliar, amenazas, privación ilegal de la libertad y otras garantías, violación y el o los delitos que resultaren.

Pero el Calvario estaba lejos de terminar. Al solicitar que se aplicara al padrastro, a M.A.R y a su hija, la prueba del ADN para acreditar el hecho de que la niña había sido producto de una violación cometida cuando M.A.R. tenía 11 años, la Procuraduría argumentó que no contaba con el equipo necesario para ello y se negó a emitir medidas cautelares para defender a M.A.R. de posibles nuevas agresiones de su padrastro.

Finalmente, al padrastro fue detenido cuando intentaba agredir a la familia que le proporcionó cobijo a M.A.R. y a su hija, iniciándose la causa penal 041/2010 en el Juzgado de Tekax. El 24 de agosto, la Jueza le informó a M.A.R. que la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia había resuelto, ante una apelación del agresor detenido, retirar el cargo por violación, de manera que permanecieron solamente los cargos por lenocinio, delito considerado no grave por el Código Penal, lo que permitiría que el agresor pudiera recuperar su libertad bajo fianza. Así es, aunque nos escandalice (¡y qué bueno que nos escandalice!), en Yucatán robar ganado es un delito grave; obligar a una mujer a prostituirse, no.

El calvario continuó en los careos. La Juez impidió el acceso a integrantes del equipo Indignación, que acompañaban a M.A.R. y G.R.S. Los funcionarios del juzgado permanecieron impasibles cuando el agresor amenazó a las denunciantes advirtiéndoles que “cuando saliera de la cárcel se iba a encargar de ellas, una por una, empezando por M.A.R.” Los funcionarios del juzgado se negaron a dejar constancia de las amenazas en la minuta de la diligencia.

El accidentado desarrollo de este caso ha llevado a Indignación A.C. a declarar en un comunicado público, que “Yucatán, a pesar de estar en los primeros lugares de violencia contra la mujer, carece de instituciones para hacer eficaz el derecho que tiene la mujer a vivir libre de violencia. El presente caso exhibe que los funcionarios, ministerios públicos y jueces carecen, no sólo de capacidades y sensibilidad ante los casos de violencia contra la mujer, sino también de la necesaria perspectiva de género para lograr la prevención, la investigación, la sanción y una adecuada reparación en casos de violencia contra la mujer, situación que hace responsables internacionalmente a las autoridades del estado de Yucatán”.

Los lectores y lectoras de este espacio tienen ahora la oportunidad de unirse solidariamente con la causa de M.A.R. El equipo Indignación está promoviendo una acción de exigencia de justicia dirigida a los representantes de los poderes ejecutivo y judicial. Si quieres colaborar a que el calvario de M.A.R. termine, te invito a conocer la acción y a unirte a ella. Puedes encontrarla en http://indignacion.org.mx/mar/

Iglesia y Sociedad

Nuevo intercambio sobre las estatuas

19 Oct , 2010  

El pasado domingo 17 de octubre, el Diario de Yucatán publicó un artículo escrito por el cronista Juan Francisco Peón Ancona, el más férreo defensor público del monumento a los Montejo y quien pronunció un discurso laudatorio el día de su inauguración. En dicho artículo el cronista comenta la “Clase de historia para niñas y niños”, aquella actividad que motivara la airada reacción de otro cronista, Jorge H. Álvarez Rendón a quien, como publicamos en este espacio la semana pasada, respondió puntualmente Cristina Muñoz Menéndez, integrante del equipo de derechos humanos Indignación A.C.

El Sr. Peón Ancona se lanza ahora contra Martha Capetillo Pasos para recriminarla por la misma actividad, acusándola de irresponsable y atribuyéndole erróneamente la expresión de un niño, recogida en la nota de un reportero del rotativo de marras. Por la fecha que coloca al final de su escrito, 12 de octubre, es posible que el cronista no hubiera leído la respuesta de Cristina al escribir su colaboración. De cualquier manera, con su escrito continúa una polémica de esas que son deliciosas, porque desnudan los más recónditos pensamientos y sentimientos de quienes públicamente debaten.

La semana pasada, sin embargo, recibí algunas reclamaciones. Varios lectores y lectoras de esta columna no leen el Diario de Yucatán, por lo que no pudieron disfrutar del todo la respuesta de Cristina, porque no conocían el texto de Álvarez Rendón. Para evitar que eso suceda de nuevo, reproduzco el artículo del Sr. Peón Ancona tomándolo de la edición electrónica del Diario, e inmediatamente después esta nueva, también espléndida respuesta de Martha Capetillo Pasos. Contumaz como soy, pienso que el Diario no publicará la réplica de Marthita. Es posible que, como ocurrió la semana pasada y como ocurre muchas más veces de las que quisiera, yo me equivoque y el Diario sí cumpla con su deber de publicar la réplica. De todas formas, he querido consignar aquí, en atención a quienes no visitan ese medio de comunicación, este sabroso intercambio. Que lo disfruten.

El monumento a los Montejo
¿»Que lo aplasten»?…
Juan Francisco Peón Ancona

Triste impresión me causaron las declaraciones de Martita Capetillo Pasos, joven maestra de buena familia, quien adoctrinó a unos niños escolares contra el monumento a los Montejo, hallándose frente al mismo, en unión de sus «educandos», a quienes irresponsablemente está induciendo a odiar desde su más tierna edad.

Y es que según la nota periodística del Diario de Yucatán, aparecida en la sección Local el sábado 9 de octubre firmada por el reportero Roberto García Hidalgo, la joven activista del «Grupo Indignación» llegó a expresar que dicho monumento debe «ser aplastado», por la forma agresiva con que Montejo el Mozo fundó la ciudad de Mérida y por los despojos de los españoles contra los indígenas, en la conquista de Yucatán, conceptos superficiales e incompletos, que callan otras realidades trascendentales como la llegada a nuestra tierra de la religión, la lengua y el mestizaje, y otros beneficios de la civilización occidental, que deben enseñarse a la niñez y no ocultarse.

Pero entre sus declaraciones destaca la gran contradicción en que cae la joven activista, quien despotrica contra la violencia de los conquistadores españoles y al mismo tiempo predica la misma violencia e incita al odio histórico-racial contra un monumento público, exigiendo su destrucción.

Tal violencia destructora nos mueve a compararla con aquella de la «Noche Negra» de septiembre de 1915, cuando turbas violentas de inspiración alvaradista asaltaron la Catedral de Mérida, «aplastando» -como hoy dice la maestra con sus propias palabras- las joyas artístico-religiosas de nuestro patrimonio histórico-cultural.

Por eso, el caso de Martita, supuesta descendiente de conquistadores, no deja de sorprendernos al rechazar a su propia raza. Tal vez le convendría cambiar de apellidos por otros mayas que hay muchos para escoger (aunque creo que no le gustaría), y así borrar ese sentimiento que le hace sufrir cosas que ocurrieron hace casi 500 años, lo cual resulta difícil de creer. ¿No sería mejor que Grupo Indignación al que pertenece canalizara sus arrestos agresivos hacia causas diferentes; V. gr., contra quienes oprimen al pueblo, lo empobrecen, lo encarcelan y abusan de sus hijos en las escuelas o contra la falta de atención en centros hospitalarios?

Además de todo, la autora de las declaraciones cae en algunas inexactitudes: 1. No es cierto que el alcalde Cesar Bojórquez haya erigido el Monumento a los Montejo a última hora de su mandato municipal «para evadir las críticas ciudadanas, que se hubieran opuesto a ello». Puedo asegurar que la tardanza hasta el último momento de su gestión se debió a que no se había reunido el dinero suficiente para pagar las estatuas montejunas, dinero que apenas se consiguió en las últimas horas de su mandato, gracias a una donación particular.

2. Dice que la alcaldía ha recibido muchas cartas pidiendo la remoción del monumento, lo cual es una exageración y sólo sirve para hacer creer a los ciudadanos que son muchos los meridanos que apoyan dicha remoción, cuando en realidad son unos cuantos: uno o dos grupos que se oponen a ello, pero que han tenido amplio acceso a internet y a diferentes medios de comunicación, impresos, radiofónicos y otros, donde vociferan a sus anchas.

El monumento a los Montejo ya está en su sitio. Un sitio del cual no debe moverse jamás, pues es el que le corresponde, ya que incluye al fundador de esta ciudad en un Paseo que lleva su nombre. Así debe considerarlo el Ayuntamiento meridano que cada 6 de enero, desde tiempo inmemorial, celebra con bombo y platillos, en unión de los ciudadanos, la fundación de nuestra emeritense urbe. Y así lo considera un servidor, cronista de Mérida nombrado por el propio Ayuntamiento y que no será quien traicione la memoria del fundador de la ciudad que le vio nacer.

Mérida, Yucatán, a 12 de octubre de 2010, Día de la Hispanidad

(Re)tirar una estatua
Martha Capetillo Pasos

Estimado don Juan:

Qué espléndida ocasión para saludar a quien conocí a través de admiradas referencias producto de filial cariño; de esto hace ya tantos años que es sólo su galantería la que me llama “joven” y alguna confusión la que puede otorgarme a mí, eterna alumna y aprendiz de todo, título de maestra.

Mención aparte merece ese peculiar concepto de “buena familia” (¿hay buenas y malas familias? Y cuénteme, ¿Cómo se obtiene esa certificación?). En todo caso, don Juan, sin duda me confunde usted. Mis hermanos son migrantes y son desplazados; mis hermanas trabajan en maquiladoras y algunas en prostíbulos que ni siquiera cuentan con cama.

Mis hermanos y hermanas se mueren en la sala de urgencias del hospital O’Horán, después de 36 horas de esperar una cama, porque son mayas y “esos indios” no merecen un buen hospital, ni buen trato, como tampoco merecen escuelas y, mucho menos justicia.

Merecen, sí, una estatua que les recuerde, permítame citarle, “realidades trascendentales”: quién les trajo “religión (los mayas del siglo XVI ¿eran ateos?), lengua (los mayas de ese tiempo ¿eran mudos?) y mestizaje (Violación, pero omitámoslo en la versión infantil)”.

Merecen una estatua que enseñe que el despojo de hace 500 años se repetirá interminablemente y para muestra un Country Club donde los albañiles mayas tendrán que levantar y después limpiar las lujosas residencias construidas en las tierras que antes eran suyas y que les fueron arrebatadas acaso por gente de “buena familia”.

Quizá leyó demasiado aprisa la nota de la clase de historia. No fui quien propuso destruir el monumento con una aplanadora, pero inevitablemente recordé que tres tractores destruyeron San Antonio Ebulá, en Campeche, y dejaron a más de ochenta familias desplazadas. Claro que eran familias mayas y, bueno, la cosa cambia. Ni compararlas con un monumento ¿verdad?

Y no es que la invasión del XVI explique todos los males actuales, pero el voraz capitalismo neoliberal que en todo el mundo causa estragos aquí tiene el ingrediente del racismo y la discriminación. Y sí, don Juan, el anacrónico monumento ha venido a añadir una tarea más a las muchas que esta tremenda realidad nos impone (¿y por qué, habiendo tanto qué hacer, se desviaron recursos, tiempo y esfuerzo para construirlo?).

Pierda cuidado. De todo nos ocuparemos. De hecho le comparto una primicia: un fragmento del capítulo “instrucciones para (re)tirar una estatua” que forma parte del amplísimo “Manual para hacer posible otro mundo”, de próxima aparición, imperdible y detalladísimo compendio que permitirá enfrentar lestrigones, cíclopes y cronistas en el largo camino hacia un futuro que lo sea, al fin, para todas y todos.

Pero, don Juan, me acusa de “rechazar mi raza” por exponer las barbaries cometidas por los invasores. Hubiera usted condenado a Fray Bartolomé por no encubrir los crímenes de sus contemporáneos. Bueno, mire, el libro tendrá una versión infantil, ya que constatamos cuán peligroso resultó contarles la historia y, más aún, sugerir, que no estamos fatalmente condenadas a repetir las barbaries ni a reproducir el racismo ni la discriminación. Va el fragmento ofrecido:

“Sitúese usted en la parte inferior de la historia, lo más abajo que pueda y haga memoria; reúna toda la memoria posible y extiéndala. Si se colocó del lado correcto, notará pliegues y contradicciones. No intente eliminarlos; son indispensables para lo que sigue.

(…parte suprimida por cuestiones tácticas, para despistar a la policía…).

Por esas inexplicables ironías de la historia, de las insurrecciones y de la memoria que la física no puede explicar, la mole de piedra o bronce aplastará a quienes están o pretenden estar arriba, no a quienes permanecen abajo”.

Mérida-Ichkansijó. 18 de octubre de 2010.

Iglesia y Sociedad

Derecho de réplica

11 Oct , 2010  

El pasado domingo 10 de octubre fue publicado en la prensa local un artículo titulado “Mala educación” (Diario de Yucatán 10/10/2010) escrito como ‘Carta Abierta’ por el cronista de la ciudad, Jorge H. Álvarez Rendón. En dicho escrito, la siempre pulcra pluma del cronista se refiere a la “Clase de historia para niñas y niños” que el equipo de derechos humanos Indignación A.C. llevó al cabo en el polémico monumento levantado en el inicio del Paseo de Montejo. Con inusual pasión, el escritor se dirige a doña Beatriz para expresar su extrañeza “por el pésimo ejemplo dado a un grupo de niños” a quienes se expuso una versión de la historia con la cual el cronista parece no estar de acuerdo.

El artículo multicitado ha dado lugar a una espléndida respuesta de parte de María Cristina Muñoz Menéndez, integrante del equipo Indignación A.C. La respuesta ha sido enviada a manera de réplica al medio de comunicación en el que el artículo del Sr. Álvarez Rendón fue publicado. Dado que dicho rotativo ha concedido espacios privilegiados a opiniones favorables a la erección del monumento en cuestión y, en cambio, ha omitido publicar artículos de opinión que se oponen a ella (conozco, de cierto, al menos uno), tengo mis dudas de que dicha réplica vaya a ser publicada. Sería una lástima que don Jorge H. no tuviera acceso a dicho documento. Por ello, y coincidiendo con la conmemoración del 12 de octubre, he decidido ofrecer este espacio para que dicha carta sea publicada íntegramente. Espero que los pacientes lectores y lectoras de esta columna la disfruten. Si alguien pudiera avisarle a don Jorge para que le eche un ojo a este humilde rincón cibernético, se lo agradecería mucho. Es una respuesta que, seguramente, será disfrutable también para él.

Historias ejemplares

Sr. Jorge  H. Álvarez Rendón

Le saludo todavía con la sonrisa ante su extrañeza pronta y expedita publicada como “Mala educación”.

No soy Beatriz, aunque al evento acudieron varias; una de ellas muy querida catequista de su comunidad, genial facilitadora en talleres contra la violencia hacia las mujeres mayas y, sobretodo, entrañable tía de las niñas y niños que usted ahí ve sentados en las fotos.

No soy Beatriz (ni conduzco a ningún extraviado Dante), pero le escribo porque soy una de las responsables de la “Clase de historia para niñas y niños” que el equipo Indignación organizó el viernes pasado. Queríamos una respuesta de las autoridades… y obtuvimos la suya, todo un Cronista con columna y cátedra.

Sonrío sin burla alguna. Las y los cronistas del siglo que viene (ahora no hay mujeres ¿verdad?) seguramente leerán con sorpresa que en el año del bicentenario en Yucatán alguien quiso honrar a los invasores de hace quinientos años. Todo un anacronismo.

Como es de mala educación no responder (lo cual parece ignorar la Alcaldesa), intento responder a sus preguntas y extrañezas.

1.- Le preocupa el mal ejemplo que he dado. Imperdonable, ruin, resultó llevar a niñas y niños a ver el monumento y contarles la historia. Entonces ¿para qué lo levantaron? Bien decía Sor Juana: “Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco / al niño que pone el coco / y luego le tiene miedo”.

¿Y qué ejemplo estaremos dando a los niños y las niñas que van a una clase de historia, atípica, es verdad, y sólo escuchan una condena hacia ese hecho?

Mi pregunta queda arrinconada en el “modelo” del estudiante mudo y obediente que quieren, por ejemplo, en la U(A)DY, y pienso en el ejemplo que reciben ahora los estudiantes cuando miran a los maestros de la facultad de Derecho firmar un desplegado para avalar la arbitraria actuación de la autoridad.

Verdaderamente es mala la educación que exalta a quienes sólo son útiles para sostener estatuas. Disculpe las molestias, pero no cuente con mi silencio.

2.- Inevitablemente nos halagan algunas de sus preguntas por sus amplias expectativas. No logramos agotar en media hora con niñas y niños de entre tres y diez años todas “las variadas coyunturas económicas y políticas que han perfilado (sic) absolutamente todas las guerras de conquista de la historia de la humanidad” ¡Ufff! ¡Qué objetivo! ¿no? En nuestra “brevísima relación de las cosas de Yucatán” abundaron las preguntas como método.

Y sí (aunque ahora resulta que lo malo no es el hecho, lo malo es contarlo): unos hombres llegaron e invadieron una tierra que no era suya, una tierra en la que vivía el pueblo maya y en este punto, señor Álvarez, no importa si los indígenas eran inocentes (¿inocentes o culpables de qué?). Eran, simplemente, un pueblo. La tierra les fue arrebatada, sus ciudades fueron destruidas y ellos fueron esclavizados. “Eso pasó hace 500 años” Nos dicen. ¿Y por qué ahora la estatua? “Eso es parte de la historia”. Por supuesto, pero ¿es para hacerles un monumento a los saqueadores? La mala educación, a mi juicio, está en cantar idílicamente las tres carabelas y hablar del “descubrimiento” de América o presentar el acontecimiento como un encuentro digamos, casual.

Para explicar quién las puso y porqué están ahí las estatuas tuvimos que echar mano de opiniones publicadas que agradecen “haiga sido como haiga sido” el aporte de la lengua, la cultura y la fe.

Fue chévere oír de boca de un sacerdote el ofrecimiento de una disculpa por la violencia ejercida para imponer una religión. Bien dice el Padre Raúl que trajeron ‘una’ religión y ‘una’ Iglesia, porque Dios ya estaba aquí.

¡Y qué lindo se escuchó la lengua maya ahí, en esa avenida! Aprendimos con Don Pepe a decir, Ich Kaan Sijo’ mientras él celebraba que quinientos años de imposiciones no han logrado que los mayas le llamen “Mérida” a esta ciudad.

No nos dio tiempo de contar lo del auto de fe de Maní y otras lindezas que hicieron para destruir los monumentos que los mayas tenían en su territorio. Tampoco pudimos, aunque salió el tema, hablar de Can Ek. Teníamos que cumplir con el objetivo de la actividad. Lo que sí dijimos es que hay cuando menos dos versiones de esa historia. Y también les contamos que desde esa época hubo quienes no estuvieron de acuerdo con lo que hacían los Montejo, ni ese Carlos quinto, ni el Papa de la época que hasta hizo un foro de expertos para saber si los “indios tenían alma”.

3.- La respuesta del pequeño que usted leyó, la de la aplanadora, está dentro del contexto de la pregunta: ustedes ¿qué proponen hacer después de 100 días de insistir y no tener una respuesta de la Alcaldesa? Hubo quien dijo que no nos cansáramos de insistir, y hubo, creo que fue el pequeño de los rizos, quien siguió preguntando: ¿Por qué no contestan los del gobierno? —Porque no saben qué contestar, evadí. Y, mirando para arriba, dijo muy serio —pues hay que quitar al gobierno.

¡Anda! No me sorprende su sensatez pues su mamá le da “malos” ejemplos de cordura y estudia con los nuevos métodos: es la búsqueda la que encuentra esa letra que en otros tiempos entraba con sangre.

La pequeña maya que estaba a su lado insistió en jalar duro. En ese momento pasaron dos camionetas antimotines y en aras de la paz les mandamos un cariñoso e infantil saludo. (Qué curioso: tirar una estatua es delito; destruir un país, no. Y en Yucatán es más grave derribar una estatua que agredir a una mujer).

4.- A una niña maya lindísma, con sus pantalones de mezclilla y su camisa de Patilú, le pregunté si le gustaría que estuviera el retrato de esos señores en la plaza de su pueblo, uno de los cuarenta y siete pueblos mayas que rodean Mérida —tan olvidados por los cronistas—, y me contestó velozmente: ¡ni de loca!

Pero la herida que usted reconoce, señor Álvarez, no se debe a un simple “encuentro” de culturas ¿No le preocupaba el simplismo histórico? Este asunto no es un problema entre mayas y españoles. Aunque españoles fueron los invasores y mayas los agraviados por el despojo y los tremendos crímenes, aunque hoy continúa el desprecio y la discriminación, el asunto no es entre dos pueblos.

Algunas y algunos llevamos, como Neruda, a “España en el corazón” por muchos motivos y a la vez sufrimos a los Francos de cualquier lugar o nacionalidad. El subcomandante Marcos, refiriéndose a “Hernán Cortés y demás rufianes de armadura y de sotana que lo acompañaron” dice que “comparados con los gobernantes neoliberales actuales, son unas hermanas de la caridad”.

5. ¡Hablan tan diferente en maya que en “castilla”! Todavía sueño que, cuando menos, seamos bilingües y no tan idiotas de seguir destruyendo esa “biblioteca” que es la lengua (destruir una lengua tampoco es delito). Y ya no le digo lo que nos avergüenza esa obsesión por hablar en inglés.

Destruir una imagen le parece “la propuesta más ruin”. Levantar una que distorsiona la historia y honra a genocidas le parece apenas “inoportuno”. Vayan pues mis saludos. No sé porqué pero sigo sonriendo… mientras recuerdo a otra poeta, también Juana: Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Chablekal, Mpio. de Mérida antes T´Jo’. Octubre de 2010

Atte.

Ma. Cristina Muñoz Menéndez

Iglesia y Sociedad

Tlatelolco Clandestino

3 Oct , 2010  

Pedro o Fernando, Verónica o María
Quizá algún raro, adelantado espécimen llamado Estéfani o Yocasta…
Nombres todos de jóvenes mujeres
De desgarbados y escuálidos muchachos
Ellas y ellos de cabellos largos
De sangre apasionada
De juventud en fiesta.

Hace cuarenta y dos años eran sólo un montón de zapatos apilados
En una plaza llena de sangre
Y después, poco tiempo después
Pulcramente lavada
Desinfectada de voces y de gritos
Protegida por un templo cuyo culto nunca se interrumpió.

Hace cuarenta y dos años no pudimos
Encontrar sus huesos
Ni sus vestidos
Ni sus alegres cantos de protesta
Ni sus puños alzados al viento y a la esperanza.

Un camión de redilas se llevó los cuerpos
Y dejó los zapatos
En el punto más oscuro de la noche.

Hace cuarenta y dos años hubo solo silencio
Silencio de temor, de almas vendidas
De cobardía y de rostro volteado hacia otra parte
De olímpicos aplausos
Y llanto clandestino

Hoy los cuarenta y dos años nos pesan
Como una dura losa a las espaldas.
Pípilas irredentos, seguimos cuesta arriba
Rumbo a la nueva alhóndiga
Donde una muerte menos gloriosa nos espera.

Como hace cuarenta y dos años hoy tan solo hay silencio.
Pero además de llanto se vislumbran
Otras clandestinidades:
Acaso el beso dado a contracorriente
El asedio interminable de una rosa
La mano entrelazada en la montaña
O una revolución en ciernes

En este dos de octubre, sí, hay silencio
Pero hay también memoria
Y mientras recordemos
No todo está perdido.

Roma, 2 de octubre de 2010
A los caídos y caídas de 1968

Iglesia y Sociedad

La jornada de Belén

27 Sep , 2010  

A las cuatro de la mañana se escucha al cantor musulmán recitar a voz en cuello los versículos del Corán desde el minarete de la mezquita. Con ello, llama a la oración matutina a la comunidad islámica, la primera de las cinco oraciones que cada buen musulmán debe hacer a lo largo del día. La mezquita corona uno de los extremos de la plaza principal de la ciudad palestina de Belén. El otro extremo de la plaza está dominado por la iglesia cristiana, único edificio conservado en Tierra Santa que se remonta a la época del emperador Justiniano en el siglo V y que no fue derrumbada en la invasión persa del 613 d.C., la iglesia conocida como la Basílica de la Natividad.

Debajo de esta basílica, visitada por millones de peregrinos a lo largo de los siglos, se encuentra, señalada con una estrella de plata, la gruta-casa en que la tradición sitúa el nacimiento de Jesús. Una devoción que se remonta a los primeros siglos (ya la peregrina Egerea mencionó este lugar en la bitácora de su peregrinación a los santos lugares en el siglo IV) parece confirmar la certeza y antigüedad de esta tradición. En los alrededores se multiplican los lugares de devoción que recuerdan acontecimientos ligados al nacimiento de Jesús: el campo de los pastores, la gruta donde la Virgen amamantó al Niño, la tumba de san Jerónimo, que devoto de la Encarnación vino aquí, justo al lado de la iglesia de la Natividad, a realizar la traducción de los textos originales de la Biblia al latín vulgar, etc.

La basílica de la Natividad es compartida en su espacio físico por tres de las iglesias cristianas más antiguas: los griegos ortodoxos, los armenios y los católicos latinos, representados éstos últimos por la orden de san Francisco. El culto compartido en este lugar está sometido al llamado “status quo” impuesto por un sultán en la época del imperio turco otomano, que señala a cada una de las tres iglesias los espacios que le son encomendados y los tiempos que podrán usar para su culto propio. Se mezclan así, no siempre de manera muy feliz, la multiplicidad de lamparillas propias de los griegos, con los cantos subidos de tono de los armenios y la sobriedad de la liturgia católica.

Ya se sabe de las dificultades que los textos de la infancia presentan a un lector moderno de la Biblia. Presentes únicamente en los dos primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas, los relatos que cuentan el nacimiento de Jesús coinciden en algunos datos fundamentales: Jesús nace en Belén, crece en Nazaret de Galilea, es fruto de un nacimiento singular –sin concurso de varón–, sus padres se llaman María y José… pero difieren en su visión de conjunto. Y difieren, en algunas de sus partes, de manera difícilmente armonizable.

Según Mateo, el niño nace en Belén, y punto. Nace ahí, porque ahí viven sus padres. Es en Belén donde José recibe el anuncio del ángel. En este lugar recibe la visita de los magos de oriente que llegan a Belén guiados por una estrella. Desde ese lugar huye hacia Egipto para salvar al niño de la persecución de Herodes, y cuando el cruel rey muere, la familia decide no retornar al hogar que habían abandonado sino seguir hasta las lejanas tierras de Galilea, porque el hijo de Herodes, Arquelao, quien había sucedido a su padre, resultaría a la postre más sanguinario que su progenitor. Esto hace que la familia emigre a Nazaret. El evangelio de Mateo, con José como figura principal y con la intención teológica de demostrar que Jesús es el hijo de David y cumplidor de las promesas mesiánicas, está centrado en la ciudad de Belén. Sólo de manera accidental, a causa de la persecución herodiana y la matanza de inocentes, la familia se traslada a Nazaret.

Según Lucas, en cambio, tanto María como José viven en Nazaret desde el principio. Ahí en Nazaret es que María se desposa con José y recibe el anuncio del ángel. Es sólo a causa del censo ordenado por el emperador que la familia se traslada a Belén en donde Jesús nace en un pesebre, situado –como puede verse en los restos arqueológicos que llenan la ciudad de Nazaret– en la parte trasera de las grutas que servían de casa a los pobladores de aquel insignificante asentamiento humano, después de que el acontecimiento fuera anunciado por los ángeles a un grupo de pastores. Por eso, después de cumplir con la segregación ritual de María y de presentar la ofrenda por el rescate del niño en el templo de Jerusalén, distante apenas unos ocho kilómetros de Belén, la familia regresa a su casa, es decir, a Nazaret. El evangelio de Lucas, con María como figura principal y con la intención teológica de demostrar que Jesús es el Mesías de los pobres, está centrado en la ciudad de Nazaret. Sólo de manera accidental, a causa del censo imperial, la familia se traslada a Belén, donde el niño nace.

Acostumbrados como estamos a colocar en el mismo pesebre navideño que armamos en nuestras casas a los pastores y magos, la estrella y los bueyes, obviamos en la lectura lo que aparece como evidente a cualquier lector atento: hay en los dos evangelios de la infancia diferencias que parecen irreconciliables. Es decir, en la búsqueda de la verdad histórica, uno difícilmente puede armonizar los datos. Hay muchas razones que explican estas divergencias que no puedo abordar aquí. Baste estos señalamientos para demostrar que detrás de la historia de la infancia de Jesús hay muchos enigmas históricos que difícilmente podemos desentrañar.

Muchos especialistas sostienen que los relatos del nacimiento de Jesús fueron colocados al final del proceso de redacción de los evangelios, a manera de prólogo. Encontraríamos así en ellos, las principales ideas teológicas que cada evangelista va a desarrollar más tarde en el conjunto de su obra. Una especie de puerta de entrada. Esta perspectiva literaria no soluciona los problemas históricos que he planteado antes, pero sitúa en un marco más comprensible los acentos teológicos de cada uno de los dos evangelios de la infancia, en el marco de su evangelio de referencia, sea Mateo o Lucas.

Pero hoy estoy aquí en Belén y estas consideraciones me parecen insulsas. El adagio antiguo que señala a la Tierra Santa como “el quinto evangelio” se hace realidad. No me molesta el cantar del musulmán que desde la mezquita, a las cuatro de la mañana, interrumpe mi sueño. Doy poca importancia a la frágil convivencia fraterna de las iglesias presentes en la basílica (de cuando en cuando somos tratados como visitantes indeseables por los miembros de otras iglesias). Tampoco me distrae el asombro que experimento ante las explicaciones del fraile que nos guía y que pasa por encima de las contradicciones presentes en los relatos de la infancia como si éstas no existieran… Todo eso es cosa de poca monta junto a la experiencia de estar en estos santos lugares. Me inclino ante la estrella que señala el sitio del nacimiento del Maestro y la beso. Le pido que, junto con mi curiosidad aumente también mi fe y mi compromiso. El emigrante de Nazaret, el perseguido de Belén, el pobre nacido entre los pobres, el niño acunado en los brazos de una Virgen, parece escuchar y sonreír complacido… Esta es la magia de Belén, este perdido pueblo de Palestina.

Iglesia y Sociedad

El administrador astuto

19 Sep , 2010  

Este domingo se leyó en las iglesias católicas de todo el mundo la parábola conocida como del “administrador astuto” (Lc 16,1-9). Acompaña una enseñanza de Jesús sobre las riquezas, enseñanza que termina con una de las frases que la gran mayoría de los especialistas considera como auténtica, es decir, como muy probablemente salida de la boca del mismo Jesús: “no se puede servir a dos amos… no podéis servir a Dios y al dinero”.

La parábola pone en aprietos a los predicadores, que muchas veces se sienten incómodos de la alabanza que el texto parece lanzar a la “astucia” mostrada por el administrador. Pero esto ocurre porque pretende sacarse de este texto una enseñanza simplemente moralizante. Ya suficiente sería con que miráramos la parábola en todos sus términos sin centrarnos solamente en la acción del administrador que defrauda a su amo. Es decir, que atendiéramos a lo que el evangelista añade al final de la parábola para definir la actitud que es la consecuencia lógica de la enseñanza parabólica. La astucia del administrador no estriba en su capacidad de robarle a su amo, sino en la decisión que toma de perdonar las deudas de los pobres, así sea con el mismo dinero de su amo, que así sale doblemente defraudado, y no obstante eso, es capaz de admirar la astucia de su administrador.

Como bien señala José Antonio Pagola en su homilía semanal: “La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Sólo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia. En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de Profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.

“Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al parecer, no conoce ‘dinero limpio’. La riqueza de aquellos poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos. ¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».

“Jesús viene a decir así a los ricos: “Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre”… Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos sólo les preocupa conocer y cumplir fielmente la Ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.

“Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, la visión de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida. Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres”.

Insisto que con esto bastaría para que la parábola fuera ya importante en el marco de la predicación de Jesús. Pero hay algo más. Juan Luis Segundo, ese lúcido teólogo uruguayo ya fallecido, leía en esta parábola un sentido hermenéutico más amplio. “Lo que constituye el tema de la parábola –dice el jesuita– es una cuestión interpretativa: cómo es que una persona que parece ir de manera obvia en contra de los intereses que administra, resulta, al final, casi se diría que por arte de magia, coincidir con la tácita intención del propietario. ¿De dónde surge esta ‘astucia’ interpretativa?”

Lo que hace Juan Luis Segundo (reconozco que soy muy aventurado en querer resumir aquí la lectura de este teólogo… habría que dirigir a los lectores interesados a su libro de más de seiscientas páginas) es colocar esta parábola entre la serie de parábolas cuyo objetivo es mostrar cuál es, según Jesús, la auténtica lectura de la Palabra de Dios, porque hay muchas lecturas y no todas aciertan con el querer de Dios. Para decirlo más claro: la Palabra liberadora de Dios ha sido leída tan mal en tiempos de Jesús (aun por las autoridades encargadas oficialmente de su interpretación, los sacerdotes y doctores de la Ley) que ha sido convertida en instrumento de opresión de pobres y pecadores. Y esta parábola, junto con la comparación de la sal (Lc 9,50), la parábola de los talentos (Mt 25,14-30), la parábola del juicio final (Mt 25,31-46) y –sobre todo– la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37), tienen como objetivo, justamente, enseñar desde dónde se puede acudir a la lectura de la palabra normativa de Dios para hallar en ella el sentido que Dios puso (lo cual no es nunca algo inmediato): desde un proyecto liberador y humanizador.

En efecto, puesto entre la espada y la pared, el administrador decide confiar su suerte a sus compañeros de infortunio, los deudores, aunque solamente su propia desgracia ha hecho que los vea como compañeros. Sorpresivamente, elige bien. Le da otro sentido a su administración, pero ahora en beneficio de los deudores de su amo, que sufren por no poder pagarle. Misteriosamente, coincide con el verdadero interés del propietario, que lo alaba. Si leemos la parábola no solamente en relación con el uso de la riqueza, sino en relación con la revolución hermenéutica que Jesús está planteando en su discurso del Reino, entonces la parábola muestra su virtualidad mayor. Para decirlo con palabras de J.L. Segundo:

“¿Cuál es entonces para un rico (como el administrador antes de que le pidieran cuentas) el modo de dar con la verdadera intención del dueño: el cumplimiento literal de lo que la Ley dice sobre la propiedad o una respuesta basada en los valores y amigos del propietario? El administrador acosado se decide por lo que hoy llamaríamos una ‘opción por el pobre’ que parece dejar a Dios de lado… y Dios parece alabarlo por su ‘habilidad’”.

Colofón 1: Reconozco al releer lo escrito que la argumentación queda lejos de estar clara para el potencial lector o lectora. Perdón. La fuente, para quien se interese, es SEGUNDO J.L., “La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret. De los sinópticos a Pablo” (Sal Terrae, Santander 1991).

Colofón 2: Escribo desde hoy domingo porque estaré fuera tres semanas. Salgo mañana a una peregrinación a Tierra Santa. Les pido que recen por mí. Si las circunstancias son propicias durante el viaje (hablo del fácil acceso a Internet… pero no solamente) estaré presente en este espacio. Si no es posible, ustedes habrán de disculpar.

Iglesia y Sociedad

Congreso sobre Jesús de Nazaret

13 Sep , 2010  

Como cada año, desde hace treinta, la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, de España, realizó su Congreso anual de Teología, en esta ocasión del 9 al 12 de septiembre. De talante ecuménico y comprometido con la realidad, el Congreso selecciona sus temas de conversación de acuerdo con acontecimientos y/o necesidades relevantes. El año pasado, los participantes centraron su atención en “El cristianismo ante la crisis económica”. Este año, en cambio, el centro de sus reflexiones ha sido la persona de “Jesús de Nazaret”. ¡Cómo me hubiera gustado estar ahí! La combinación de alta calidad y rigor teóricos de los ponentes, junto con su inserción vital en los procesos de las comunidades y movimientos eclesiales, le dan a los congresos de la Asociación Juan XIII un atractivo particular.

Este año el programa incluyó ponencias de sumo interés: “La búsqueda de Jesús histórico”, sustentada por Rafael Aguirre, probablemente el especialista más relevante de habla hispana en este campo (¡y ex maestro mío!); La teóloga africana Clarisse Tchala Kabanga, de la República Democrática del Congo, expuso “Jesús de Nazaret en África: liberación y diálogo interreligioso”; Mariola López habló de “Jesús y las mujeres”; Jon Sobrino, el jesuita salvadoreño, acaso el cristólogo vivo más importante en nuestro continente, presentó la ponencia “Jesús de Nazaret en América Latina: liberación y solidaridad”. Y muchos más ponentes que sería largo aquí enunciar, pero entre los que se encuentran José Ignacio González Faus –que sigue siendo fecundo y sugerente después de tantos años– , el teólogo evangélico Félix González Moreno, el teólogo ortodoxo Teófilo Moldaván, cristianos y cristianas de base que expusieron sus experiencias y, alentadora sorpresa, un buen número de jóvenes que, no solamente asistieron como espectadores, sino que participaron activamente en la reunión en una mesa de reflexión nombrada “Los jóvenes ante Jesús de Nazaret”.

Como parte del Congreso, se ha hecho costumbre, ya desde hace algunos años, que los participantes consensen un mensaje abierto, que pueda sintetizar y expresar la experiencia vivida durante los días de reuniones y discusiones fraternas. Ya se sabe que los mensajes de este tipo no alcanzarán nunca a expresar la riqueza del encuentro (en mi experiencia solamente en los congresos de teología indígena –algunos– se alcanza a reflejar en sus mensajes finales algo del ambiente vivido, quizá por la profunda carga simbólica de su discurso), pero no dejan de ser un buen punto de partida para conocer la materia debatida, conocimiento que podrá ampliarse cuando las memorias del congreso sean publicadas.

Sin más preámbulos, presento a continuación el mensaje del XXX Congreso de Teología, aprobado apenas terminado el congreso, es decir, el día de ayer.

“Al finalizar las sesiones del XXX Congreso de Teología sobre Jesús de Nazaret, celebrado los días 9 al 12 de septiembre de 2010, que ha contado con una asistencia creciente con respecto a los últimos años, queremos hacer público un resumen de las reflexiones que han dado sentido a este congreso:
1. Siguiendo el Concilio de Calcedonia (año 451), aceptado por las diferentes Iglesias cristianas, reafirmamos en la doctrina de que Jesucristo “es perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre”, por lo cual sus dos naturalezas, la divina y la humana, están unidas “sin confusión”. Se funden el Jesús histórico y el Cristo de la fe.
2. Desde planteamientos testimoniales, procedentes de cristianos de diferentes confesiones, comprometidos tanto en su dimensión espiritual como social, se reivindica, y reivindicamos, la figura de Jesús en la experiencia cristiana, como el objeto central de la fe y redentor de la humanidad. Hemos enfatizado la plena vigencia y actualidad de la figura de Jesús.
3. A la pregunta de Jesús a sus discípulos: “Y vosotros ¿quién decís que soy?”, creyentes católicos, ortodoxos y protestantes, en una manifestación de ecumenismo activo, han expresado la dimensión de la fe en un Jesús liberador, compañero de viaje, con plena actualidad para un mundo que sufre la violencia, la discriminación, la intolerancia, los fanatismos, los abusos hacia las clases más desfavorecidas, el hambre… Un Jesús con frecuencia invisible pero que sigue estando próximo a quienes le invocan; un Jesús que dejó una herencia incorruptible: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.
4. Las mujeres han ocupado un papel relevante, tanto por su presencia, como por las intervenciones femeninas en diversas sesiones del Congreso. Jesús mantuvo una relación de amistad con las mujeres, una relación en la que queda patente la complicidad y la sintonía que había entre ellos; capacidad de diálogo y de convivir en el silencio. La casa de Betania, con Marta y María, se convierte en un lugar de intimidad y de paz. Jesús de Nazaret abre una puerta de esperanza y produce seguridad, respeto y dignidad a las mujeres en medio de una sociedad que con excesiva frecuencia la rechaza, y en la que los órganos de decisión y poder procuran someterla y convertirla en instrumento de placer o servicio, reduciéndola a un plano de subordinación con respecto al varón; todo lo contrario a la práctica de la lapidación o a la negativa a la ordenación de mujeres, considerada arteramente por la jerarquía como un grave delito, al mismo nivel que la pederastia.
5. Los jóvenes han tenido una presencia activa, igualmente desde la dimensión ecuménica, en distintos momentos del Congreso, sobre todo en la parte festiva y en las mesas redondas. Son jóvenes que viven la fe en sus lugares de estudio o de trabajo, colaborando solidariamente en proyectos de testimonio y servicio, tanto en el terreno educativo como el social. Ellos también han dado respuesta a la pregunta ¿quién es Jesús para mí? Y ante las dificultades de diálogo entre generaciones, lanzan un reto: es más importante hablar con los jóvenes que hablar de los jóvenes. Es una juventud comprometida con la fe más allá de tomar la religión como un simple club social.
6. No ha faltado la perspectiva de Jesús desde otras latitudes, como ya es tradicional en estos congresos: África, un continente en guerra permanente, sometido a la explotación al servicio de multinacionales, y Latinoamérica, que lucha denodadamente por liberarse de leyes despiadadas del mercado al servicio de los poderosos. Jesús sigue presentándose como: camino de liberación para las clases más oprimidas, anunciando el Reino de Dios que, aún siendo una pequeña semilla, se afirma contra los imperialismos de toda índole; reafirmación de la intervención de Dios en la historia para producir una honda transformación; programa para construir una sociedad alternativa y contribuir a la solución de los desequilibrios sociales que existen entre el primer y el tercer mundo.
7. La actitud dialogante, acogedora, pacífica y respetuosa de Jesús ante los disidentes, adversarios e incluso enemigos, constituye la alternativa y el mejor antídoto frente a los fundamentalismos que resurgen con violencia y están instalados en las cúpulas de las religiones, de la economía y de la política. La voz de Jesús nos convoca a no olvidar el diálogo interreligioso como medio de aproximación y forma de resolver los conflictos ideológicos.
8. Revindicamos la hospitalidad como una de las actitudes fundamentales de Jesús de Nazaret que cuestiona en su radicalidad los comportamientos xenófobos y racistas de un sector importante de la ciudadanía y de algunos gobiernos europeos, que expulsan de su territorio a etnias y pueblos y enteros.
9. Desde el XXX Congreso de Teología se lanza un reto a los creyentes en Jesús: se ha acabado el tiempo de los silencios. Son tiempos de testimonio, de compromiso, de avivar la fe en Jesús de Nazaret, de seguir sus huellas, de hacer nuestras las demandas de servicio y solidaridad con los más deprimidos, de ayudar a implantar el Reino de Dios entre nosotros como reino de justicia, de paz, de libertad, de igualdad y de fraternidad-sororidad.”