Iglesia y Sociedad

Las religiosas norteamericanas y el Vaticano

21 Dic , 2009  

En octubre pasado estuve en los Estados Unidos. En el curso que ofrecí me encontré con Bárbara, una religiosa norteamericana que pasó buena parte de su vida viviendo en Honduras, compartiendo su fe en las tareas de la evangelización y la catequesis entre comunidades marginadas en los cinturones que rodean a San Pedro Sula. Me dio mucho gusto reencontrarla. Después de rememorar juntos algunos de nuestros mejores años, Bárbara me dijo en voz baja: ¿ya supiste lo de la investigación del Vaticano a las religiosas norteamericanas? En pocos minutos me puso al día sobre las visitas que, de parte del Vaticano, están recibiendo las congregaciones religiosas femeninas del vecino país. Había un dejo de tristeza en las palabras de Bárbara…

Hoy quiero ofrecer este espacio a Sandra M. Schneiders I.H.M., afamada teóloga y profesora de Nuevo Testamento y espiritualidad cristiana en la Escuela Jesuítica de Teología en Berkeley, California. Este artículo fue ya publicado en la revista U.S. Catholic correspondiente a enero de 2010, que está ya en manos de los suscriptores. La traducción al castellano es de Fernando Prado, c.m.f. y el envío se lo debo a Miguel Arias, amigo como pocos. Como me parece un buen tema para la reflexión y discusión, he decidido dejar el tradicional cuento de navidad para la semana próxima. Aprovecho enviar a todos los pacientes lectores y lectoras de esta columna un cordial abrazo navideño. Les dejo con el artículo de Sandra Schneiders:

“Cuando se discute sobre la investigación del Vaticano a las religiosas, hay dos cuestiones que aparecen repetidamente: 1) Si las religiosas no tienen nada que esconder… ¿por qué se oponen a ser investigadas por el Vaticano? 2) ¿Por qué iban a ser más inmunes las congregaciones religiosas de ser controladas por sorpresa por el Vaticano sobre su calidad de vida, que las “franquicias” de comida rápida (fast-food) a quienes su oficina central controla todas sus operaciones y productos?

Dado que estas cuestiones suelen ser preguntadas retóricamente, merecen ser contestadas. Primeramente, comparar a las congregaciones religiosas con las “franquicias” de comida rápida es como decir que todas las instituciones académicas de Educación Superior en los Estados Unidos son “franquicias” del Departamento de Educación: el masificado sistema de la universidad de California, una pequeña universidad rural para mujeres, la Academia Militar de West Point… Si la analogía fuera válida, cualquier pequeño Community College sería tan igual el uno al otro como lo es una bolsa de patatas fritas de un Mc Donald´s de Peoria a la de una de un Mc Donald´s de Boston. ¿No deberían estas “franquicias” (escuelas) proveer este producto (un grado de bachiller) siguiendo todas las mismas recetas (cursos requeridos) y utilizando la misma medida (exámenes idénticos)? ¿Acaso no habría de tener derecho la Oficina Central de hacer inspecciones sorpresa para asegurar que esa uniformidad es mantenida? Obviamente, esta forma de pensar es ridícula. Hay múltiples propuestas de una misma educación, con escuelas que ofrecen una variedad infinita de programas, para estudiantes de muchos tipos y con objetivos bien distintos.

Como reconoce el Decreto Conciliar del Vaticano II Perfectae Caritatis sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, “de acuerdo con el designio divino… una maravillosa variedad de comunidades religiosas” ha surgido en la Iglesia. Aunque haya profundas similitudes entre ellas y haya, igualmente, ciertos criterios aplicables a todas –la fidelidad a los votos, por ejemplo– medir con un mismo molde –un mismo cuestionario aplicado universalmente a todas las órdenes– no es ni razonable ni deseable. Las órdenes difieren ampliamente en sus carismas, ministerios, vida de oración, vida comunitaria y gobierno. Excepto el celibato –que es idéntico para todos/as– muchos aspectos de la vida religiosa han sido legítimamente interpretados y vividos de forma diferente en las múltiples comunidades. Además, al contrario de lo que muchas personas creen, las congregaciones religiosas –a diferencia del clero diocesano– no reciben ayuda económica alguna de la Iglesia institucional. Yendo todavía más lejos, habría que decir que las personas consagradas no hacen “votos al Papa” o a la jerarquía. Los religiosos hacen sus votos a Dios, de acuerdo a las constituciones aprobadas de sus propias congregaciones. En una palabra, los religiosos no son ni económicamente, ni jurídicamente ni organizativamente oficinas o sucursales, ni mucho menos “franquicias” del Vaticano.

La analogía de la “franquicia” de comida rápida quizá sea absurda… pero ¿puede haber otra mejor? Se me ocurre sugerir el matrimonio. Al casarse, las parejas católicas toman la libre decisión de comenzar una familia y piden a la Iglesia, a través de su ministro, que sea testigo y tome nota del consentimiento mutuo que realiza el sacramento. El ministro de la Iglesia ni selecciona a las parejas, ni decreta el matrimonio ni confiere el sacramento. La Iglesia establece ciertos requisitos para que el matrimonio sea sacramental, como, por ejemplo, que las dos partes lo hagan libremente y que elijan en libertad a su pareja, que tengan cierta formación o catequesis para que comprendan lo que la Iglesia entiende por matrimonio y se comprometan en unión de vida monógama. La Iglesia no les dice a ellos dónde vivir, ni qué vestir, ni cuántos niños tener, o dónde hayan de mandarlos al colegio, o como han de gestionar sus finanzas, o a qué parroquia han de ir. La vida de la pareja no es objeto de regulación minuciosa, ni tampoco es un agente de la Iglesia institucional.

Las congregaciones religiosas no han sido fundadas por la Iglesia institucional. Algunos creyentes, bajo la influencia de uno o más fundadores, toman juntos el compromiso libre de vivir una forma intensa de discipulado cristiano y ministerio. Si la orden toma carácter estable, los miembros escriben una constitución o regla y piden a la Iglesia que la apruebe. Al igual que hace para las parejas casadas, la iglesia establece algunos requisitos para las congregaciones religiosas, como, por ejemplo, que los que entren lo hagan en libertad, que tengan una adecuada formación, unos votos perpetuos, incluyendo, claro está, el celibato consagrado.

Una vez aprobadas, las congregaciones y sus miembros se convierten en la Iglesia en “personas públicas”, pero no -como los ministros ordenados- en agentes de la institución, maestros oficiales o impulsores de la política eclesial. Los religiosos no son parte de la estructura jerárquica de la Iglesia, como tampoco lo son las personas casadas. Una vez formada, una orden religiosa es como una familia. Aunque los miembros no estén unidos por la sangre sino por la fe, es una comunidad multi-generacional cuyos miembros han comprometido su vida unos con otros. La comunidad nace de un carisma particular, desarrolla un espíritu que le distingue y genera una tradición propia. Tiene sus propias prácticas, sus propios símbolos, santos (canonizados o no) y modos de compartir y celebrar. Tal y como sucede en cualquier familia, puede haber errores y se pueden tener problemas, conflictos y cuestiones a superar. Pero también hay caminos para resolverlos. Hay momentos de triunfo y de éxito, lideres que les influyen y una historia de cambio y desarrollo. Pero, sobre todo, cada congregación -como cada familia- es única.

¿Por qué ha de resistirse una congregación a una investigación impuesta sobre su vida? Como cualquier familia sana, las congregaciones comparten con gusto su vida con otros, pero si se les somete de repente y unilateralmente a una investigación detallada sobre todas las cuestiones y detalles de su vida interna, esto causa el mismo tipo de reacción que la que experimenta cualquier familia cuando es asaltada o robada. Mucho más serio que la pérdida de objetos de valor es el hecho de que un extraño esté manipulando las fotos de sus hijos, entrando en la habitación del matrimonio, revolviendo los papeles de la familia o los documentos financieros. Esto es sentido como una violación de la privacidad, como un cruzar los límites que solo pueden ser cruzados por invitación. La resistencia que sienten las víctimas no tiene nada que ver con el secreto, con tener algo que esconder o con el pudor o vergüenza por mostrar la vida familiar. Tiene que ver, más bien, con el respeto a uno mismo; con la necesidad y el derecho a mantener el sentido de integridad y de propia determinación.

Querer violar la privacidad es destruir esta integridad dejando a la víctima sin defensas ante un poder aplastante. Sea una violación física (como en el caso del robo), sea espiritual (como invasión de la conciencia), el objetivo es la dominación por intimidación. Hay veces, por supuesto, en que un grupo pierde el derecho a la privacidad. Entonces rebasar los límites, aunque sea por la fuerza, es legítimo y necesario, como cuando un hogar se convierte en un lugar de tráfico de drogas, o cuando un obispo facilita el abuso sexual de niños por parte de sacerdotes, o cuando una congregación religiosa, como los Legionarios de Cristo, se convierte en un lugar de inmoralidad institucionalizada. Pero, cuando no hay indicios creíbles de serios delitos, tal y como está sucediendo en este caso de la investigación a las religiosas, cruzar los límites por la fuerza es una violación de la intimidad.

Las congregaciones religiosas no son un montón de oficinas o “franquicias” del Vaticano. El derecho a la integridad y a la autonomía de su vida comunitaria, gobierno y privacidad lo tienen garantizado por el Código de Derecho Canónico. Oponerse a esta violación no es un asunto de secretismo, desobediencia u orgullo. Es una expresión del respeto corporativo y personal hacia sí mismas que dimana de su propia humanidad y de su Bautismo”.

Iglesia y Sociedad

Un libro fundamental

14 Dic , 2009  

Los vientos postconciliares hicieron nacer en América Latina, a partir de la década de los sesenta, una tradición espiritual, pastoral y teológica propia que fue conocida como Teología de la Liberación. A pesar de embates venidos de dentro y de fuera, esta tradición teológica ha legado a la iglesia universal algunos de sus temas más entrañables: la opción por los pobres, la lectura popular de la Biblia, el surgimiento de una nueva espiritualidad liberadora, etc.

En la actualidad, la Teología de la Liberación se ha diversificado con la aparición de nuevos sujetos sociales y se manifiesta con nuevo vigor en la teología indígena, la teología feminista, la teología ecológica, etc. Su método teológico y la valentía de afrontar los temas más polémicos desde la perspectiva de las víctimas, ha enriquecido el panorama teológico internacional y ha hecho realidad algunos de los más caros deseos del Vaticano II, como el cuestionamiento del modelo piramidal y jerarquizado de iglesia propio del Concilio de Trento, y la apuesta por un modelo nuevo de iglesia “pueblo de Dios”.

En el marco de la involución de los últimos treinta años, algunos de los más conspicuos representantes de esta corriente teológica y sus derivados han decidido reunirse para producir un texto de excepcional interés. Se trata del libro “Construyendo puentes entre teologías y culturas. Memoria de un itinerario colectivo”, texto en el que se repasan los principales momentos de desarrollo de la teología de la liberación y se apuntan los nuevos desarrollos teológicos aparecidos en diversas partes del mundo que están relacionados con ella. En más de treinta capítulos y poco más de trescientas páginas, se recoge la aportación no solamente la teología liberadora de América Latina, sino su diálogo fecundo con la producción teológica de África, de Asia, de los pueblos originarios continentales y del mestizaje como cruce de culturas.

La motivación para esta publicación ha sido reconocer la aportación que en este largo y fecundo período teológico ha ofrecido el Padre Sergio Torres. En sus ochenta años de vida, Sergio Torres se ha caracterizado por una tenacidad a toda prueba, una singular pasión por el evangelio, una fidelidad crítica a la iglesia y un prodigioso don de organizador. Ha sido, por ello, un generador de espacios de diálogo y a su genio incansable debemos muchos de los múltiples encuentros, publicaciones, conferencias y organismos que fueron el caldo de cultivo de lo mejor de la producción teológica de la liberación.

A su visión debemos también la conformación del organismo conocido como “Amerindia”, un colectivo originado en 1978, durante la preparación de la Conferencia de Puebla, y que se ha convertido en una red amplia de obispos, teólogos/as, comunicadores, científicos sociales, religiosos/as y laicos/as que se han comprometido en la iglesia y en los nuevos movimientos sociales. Amerindia ha estado presente en los grandes acontecimientos de la iglesia latinoamericana (Puebla, Santo Domingo, Sínodo de América, Aparecida) y en otras reuniones eclesiales y sociales (como el Foro Social Mundial o el Sínodo de los Obispos sobre la Biblia).

No extraña, por eso, que esta publicación, preñada de cariño y reconocimiento a la labor de Sergio Torres, reúna tanto a figuras fundantes de la teología de la liberación latinoamericana, como a teólogos y teólogas norteamericanos, asiáticos y africanos que, más allá de las fronteras geográficas, han recorrido este itinerario colectivo de encuentro y diálogo entre teologías y culturas.

Producción colectiva, el libro cuenta con la participación de los representantes mayores de la teología de la liberación latinoamericana: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Pablo Richard, Frei Betto, Jon Sobrino, José Comblin. Destacan también algunos nombres de reconocidas teólogas como Ivone Gebara, Elsa Tamez, Silvia Regina de Lima Silva, Ana María Tepedino y Carmen Lora. Participan también teólogos y teólogas de otras latitudes: el belga Francois Houtart, Tissa Balasuriya, de Sri Lanka, Lee Cormie, de Canadá, Virgilio Elizondo, de los Estados Unidos. Aparecen aportaciones desde las nuevas perspectivas teológicas: la teología india, la teología afroamericana y caribeña, la teología feminista…

No pretendo enumerar a los más de treinta autores reunidos en este volumen. Quiero, más bien, subrayar cómo este libro pone en evidencia la enorme vitalidad de una corriente teológica que, a contrapelo de ataques y descalificaciones, ha sabido dialogar con el mundo, dejarse interpelar por los signos de los tiempos y producir, además de la reflexión teórica sólida, una práctica pastoral que ha dado a la iglesia latinoamericana numerosos mártires y confesores.

Colofón: La nota bibliográfica completa, para quienes se interesen en el libro, es HERMANO R. y BONAVIA P. Eds., «Construyendo puentes entre teologías y culturas. Memoria de un itinerario colectivo. Homenaje a Sergio Torres en sus ochenta años de vida». Ed. Amerindia (Montevideo 2009) 341 pags.

Iglesia y Sociedad

Un 12 de diciembre singular

7 Dic , 2009  

Este 12 de diciembre de 2009 no será solamente un aniversario más de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Será, además, el día de una importantísima cita para todas las personas que están preocupadas por el cambio climático y por las medidas que los países, sobre todo los más industrializados, tendrían que tomar para enfrentar una de las crisis más relevantes de todos los tiempos: la crisis del calentamiento global.

Del 7 al 18 de diciembre, en la ciudad de Copenhague, capital de Dinamarca, tendrá lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima. Muchos científicos y ambientalistas consideran que ésta es la última oportunidad del planeta para asegurar algunas medidas eficaces que reviertan el desastre climático, sobre todo lograr una regulación que reduzca las emisiones de los gases que provocan el calentamiento global y que sustituya al Protocolo de Kyoto que expira en 2012.

Recuerdo que hace unos años, cuando comenzamos el trabajo ecológico con los campesinos y campesinas mayas en la Escuela de Agricultura Ecológica “U Yits Ka’an”, de Maní, veíamos con frecuencia un documental que advertía, ya desde finales de los años ochentas, que solamente nos quedaban 50 años para revertir las consecuencias del deterioro del medio ambiente. Hoy las cosas son distintas. Cada vez hay un consenso más amplio entre los científicos de que nos quedan solamente diez años para detener y revertir el aumento global de gases de efecto invernadero antes de que el cambio climático se vuelva incontrolable.

Tengo la impresión de que muchas personas aún no toman estos datos lo suficientemente en serio. Vemos cotidianamente las noticias acerca de los desastres naturales: inundaciones, ciclones, tsunamis, sequías, icebergs flotando sobre las aguas… y los tratamos como si fueran fenómenos aislados y no como lo que son: manifestaciones todas de la acción depredadora del ser humano y del tipo de sociedad de consumo que ha creado. Vivimos creyendo que los recursos naturales no se agotarán nunca, mientras conducimos este planeta y a las especies que en él habitan, incluyendo la humana, a lo que puede ser un trágico final. Como decían los abuelos: vemos pasar la procesión y no nos hincamos…

La reunión de Copenhague puede ser la última oportunidad para lograr que los países se comprometan a tomar acciones urgentes y efectivas para resolver la desestabilización del clima global, a través de un acuerdo ambicioso que reduzca las emisiones de los gases de efecto invernadero y nos obligue a todos a cambiar nuestros hábitos de consumo de energía.

Estas conversaciones deberán tomar resoluciones que sean efectivas y equitativas. Los países más industrializados, emisores de la mayor parte de los gases de efecto invernadero, deberán ser muy responsables a la hora de adoptar medidas de adaptación. Deberán tomar en cuenta a los países que emiten menos y que poseen recursos económicos limitados, porque éstos serán los primeros en sentir los efectos del cambio climático y los notarán con más virulencia. En la ronda de conversaciones de Copenhague, aquellos con más posibilidades económicas para actuar, deberán hacerlo de una manera urgente y decisiva. El acuerdo que se logre entrará en vigor el 1 de enero de 2013, apenas el tiempo suficiente para que dichas medidas, que deberán ser radicales y de efectividad garantizada, puedan detener el acelerado deterioro del ecosistema.

Por eso en esas fechas, particularmente el 12 de diciembre, personas y organizaciones preocupadas por el medio ambiente, estarán realizando manifestaciones y actividades en 104 países del mundo. La organización de activismo cibernético Avaaz, una de las más prestigiadas y efectivas organizaciones en este campo, está convocando a todos a realizar una vigilia de reflexión en el marco de las conversaciones de Copenhague. Se trata de que cada quien, desde el lugar en el que vive y con los medios a su alcance, se una a la “Campaña Global por el Clima”, cuyo objetivo es difundir y promover este tipo de manifestaciones.

La propuesta de Avaaz es muy simple: Se trata de promover, en cada rincón del planeta, una vigilia con velas. Ante el gran peligro de que entre la politiquería y la burocracia el mundo se olvide de lo que está en juego, que es la sobrevivencia misma de la raza humana, Avaaz propone que la gente se reúna a reflexionar a la luz de unas velas. Habrá un mensaje que circulará para ser leído y la tarea de Avaaz será registrar cada una de esas acciones y el lugar donde se realicen, para hacer llegar a los representantes de los países que participan en la cumbre la noticia de todos los lugares del mundo donde hay gente preocupada por el medio ambiente y por las decisiones que ellos estarán tomando en la capital danesa. El objetivo es hacer sentir a los líderes de cada país que están siendo seguidos y vigilados por la ciudadanía de sus propios países. Las fotos de cada vigilia en todo el mundo se imprimirán y serán entregadas a los negociadores y los dirigentes mundiales en Copenhague. Son pruebas de que personas de todo el mundo tienen el ambicioso objetivo mismo de nuestro planeta: un acuerdo climático real. Todas las fotos serán también publicadas en internet para millones de miembros de Avaaz y distribuidas a los medios.

Las personas que estén interesadas en realizar una vigilia de velas para unirse a esta que, no es solamente una acción de protesta común, sino que pretende ser una acción mundial coordinada a escala masiva, puede obtener información en el portal electrónico de Avaaz: www.avaaz.org/es/real_deal_hosts y ahí mismo inscribir su acción, con fecha y hora, para que sea registrada.

Iglesia y Sociedad

Mi deuda con Harvey Milk

30 Nov , 2009  

Hay películas que han marcado mi vida. Sería muy difícil ahora hacer una lista que correspondiera adecuadamente a la efervescencia de sentimientos que en mí han despertado tantos filmes a lo largo de medio siglo. Si sólo hiciera referencia a películas biográficas tendría que enlistar necesariamente a “Gandhi”, a “Romero” –con el mejor Raúl Juliá de toda su larga carrera–, “La lista de Schindler”, “La decisión de Sofía” –en la que me enamoré por primera vez de una joven Meryl Streep, ya entonces espléndida–, una película cuyo nombre se me escapa, pero en la que podía verse a un joven Denzel Washington haciendo el papel de Steven Bycko, el activista anti-apartheid precursor de Nelson Mandela… Películas todas ellas de excelente manufactura y, por encima de todo, inspiradoras, cuestionadoras, valientes…

A esa categoría de películas corresponde la más reciente obra de Gus Van Sant en la que Sean Penn realizó el trabajo actoral que le mereció el Óscar el año pasado: “Milk”, la historia del primer funcionario público abiertamente gay electo en la historia de los Estados Unidos. El relato de su afanosa carrera política y su trágico asesinato se convierte en un retrato de los años setentas y la que parecía entonces una imparable lucha por los derechos civiles y la igualdad para todas y todos.

No voy aquí a reseñar la película, no se asusten. Ya desde mis años de estudiante, una mañana, después de narrar la película que había visto la noche anterior, recibí la más acertada crítica de parte de mi ahijado Luis Reyes Ceja: “eres la única persona que, al contar una película, tarda más tiempo que la misma película”. Así que no quiero hacerles víctimas de un artículo inusualmente largo. Pero reconozco públicamente que cuando termino de ver este tipo de películas, me siento en deuda. Así que he decidido saldar la deuda que tengo con “Milk”.

Por eso quiero compartir aquí, después de mucho tiempo de no tocar expresamente el tema, la síntesis medular de la respuesta a las “Observaciones” que la Congregación de la Doctrina de la Fe del Vaticano hiciera a mi libro “Iglesia Católica y Homosexualidad”. La discreción de este tipo de procesos me impide aún hacer público el documento íntegro (a pesar de que las “Observaciones”, documento dirigido solamente a los obispos mexicanos, deberían también haber sido manejadas discretamente y no dadas a conocer a los medios por una desconocida y desleal mano, como finalmente sucedió), pero quiero aquí compartir algunas de las ideas fundamentales que en él manifiesto.

1. Los cristianos y cristianas, obligados como estamos a escrutar los signos de los tiempos, tenemos que confrontarnos con un dato importante de nuestra época. A pesar de que la discriminación a las personas homosexuales sigue estando presente en muchos países, el panorama actual marca una tendencia cada vez mayor a su aceptación y al reconocimiento de la diversidad sexual como un dato de la realidad que no puede soslayarse más.

2. Esto no ocurre solamente en el nivel de las leyes internacionales y las decisiones de los países. Es reflejo de un cambio que se está dando en la conciencia de los individuos y las colectividades. Se va abriendo paso una nueva concepción, que muchos autores llaman “cambio antropológico”, en el que las personas homosexuales comienzan a ser vistas, consideradas y tratadas, como personas diferentes, pero sin que esa diferencia marque una desigualdad en la dignidad y los derechos. Esta toma de conciencia está muy lejos de ser una moda temporal o la señal del deterioro de las condiciones morales del mundo. Se trata de un colectivo “caer en la cuenta” de que estamos frente a una realidad antropológica que sencillamente es así. Se trata de un auténtico descubrimiento humano, aunque pueda parecer banal. Nos estamos dando cuenta sencillamente de que hay gente que es así, lo cual no convierte a estas personas en algo especial ni las hace ni más ni menos capaces para realizar cualquier cosa. Esta nueva comprensión podría compararse con el momento en que los negros comenzaron a ser considerados iguales que los blancos, o las mujeres iguales a los varones.

3. En cada época histórica han ido desapareciendo prejuicios y hoy no suscribiríamos ideas que apenas hace cincuenta años eran consideradas normales, como que el marido se considerara superior a la esposa y pudiera ejercitar la violencia contra ella, o que un negro no pudiera casarse con una blanca. Pero no siempre fue así. Y en las épocas en que esto no fue así, la mentalidad mayoritaria, el prejuicio visto como normalidad, se justificaba diciendo que eran realidades naturales, objetivas, inscritas en la naturaleza humana, aunque hoy nadie se atreva a sostener dicha justificación en voz alta. No existe actualmente casi ningún hombre o mujer de ciencia que sostenga una identificación entre naturaleza y heterosexismo.

4. La doctrina de la Iglesia Católica es coherente. Si sostiene que los actos homosexuales son gravemente pecaminosos, que son intrínsecamente antinaturales, entonces todas sus demás recomendaciones son coherentes con esta idea madre que guía sus acciones. Se parte de la convicción de que las personas homosexuales no existen como tales, sino que sólo existen personas heterosexuales individualmente defectuosas con una tendencia más o menos fuerte hacia ciertos actos considerados gravemente inmorales.

5. El problema es que esta concepción está cada vez más en cuestión. Por eso pienso que el “caer en la cuenta” antropológico de la existencia de personas homosexuales no es un asunto anecdótico. En la iglesia tenemos que confrontarnos con esta mutación de conciencia colectiva que se está desarrollando delante de nuestros ojos y dejar de atribuirla exclusivamente a una presunta degeneración cultural. Si algunas personas son sencillamente homosexuales y este hecho no obedece ni al pecado, ni al desorden, ni al vicio, ni a fracasos de los papás ni a ingerencias de espíritus malignos, entonces tendremos que enfrentar con nuevas respuestas la cuestión de la diversidad sexual y ofrecer una nueva aproximación teológica a esta realidad.

6. La pregunta es, pues, si los contenidos “permanentemente válidos de la antropología cristiana” o la “verdad sobre la naturaleza humana”, de los que habla con frecuencia el Magisterio de la Iglesia, están inevitablemente ligados al reconocimiento de la heterosexualidad como la única y exclusiva manera de vivir la sexualidad según el plan de Dios o si el reconocimiento de la diversidad sexual puede considerarse como un nuevo punto de partida en la reflexión moral de la iglesia.

7. Esta realidad se convierte, en el quehacer teológico, en una hipótesis de trabajo. El tema es de por sí espinoso, es cierto, pero eso no nos exime de enfrentarlo, aun a riesgo de cometer errores. Creer que porque decidimos no ver una determinada realidad ésta dejará de existir, no ayuda mucho a la misión que la iglesia tiene de iluminar el mundo con la Buena Noticia.

Iglesia y Sociedad

Mi último suspiro

23 Nov , 2009  

A veces compro libros que encuentro por casualidad en la librería y que, sin serme absolutamente necesarios o útiles, me interesan. Al llegar a casa los coloco en un librero especial que contiene libros que esperan ser leídos. Algunos de ellos, estoy seguro, dormirán el sueño de los justos por toda la eternidad, sin ser abiertos nunca por mí. Otros, en cambio, se salvan de la ignominia de morir con las páginas vírgenes cuando los tomo ante alguna situación en la que sé que contaré con tiempo suficiente para avanzar en la lectura. Eso ocurre sobre todo cuando salgo de viaje y, entre aviones y/o centrales de autobuses, uno puede matar la espera con un buen libro.

Siempre me han gustado las biografías. Y cada vez descubro que me gustan más. Son aleccionadoras y conceden esa sabiduría que da el conocimiento de la historia. Cada historia personal esconde el registro de su tiempo y su circunstancia. Además, las biografías suelen ser baratas, lo que es una ventaja adicional para quienes somos adictos a la compra de libros y lo somos sin remedio. Claro que hay biografías buenas y malas, pero eso puede decirse de cualquier género literario. Para mi gusto, solamente hay algo mejor que una buena biografía: una buena autobiografía.

Hay autobiografías que son solamente pretexto para la complacencia del autor. Suelen estar cargadas de justificaciones que ningún lector se toma en serio y terminan por ser aburridas. Y como es difícil ser juez de la propia causa, casi todas las autobiografías desbarrancan por este despeñadero. De repente, sin embargo, uno se encuentra con textos límpidos, relatos que, escritos en primera persona, funcionan como verdaderos espejos y desnudan el alma del autor permitiéndonos a los lectores y lectoras otear sus mismas entrañas. Para que una autobiografía tenga este efecto en el lector, es imprescindible que el autor sea absolutamente honesto.

Un garbanzo de este peso me encontré al llevarme, en mis recientes salidas, la autobiografía de Luis Buñuel (BUÑUEL Luis, Mi Último Suspiro, Ed. Plaza y Janés, Barcelona 2001). Agudo, directo, sin concesiones, el cineasta español y universal hilvana recuerdos sueltos, fruto de largas conversaciones con Jean Claude Carriere. Dice Buñuel en su advertencia inicial: ‘Yo no soy hombre de pluma…’, y agradece a Carriere haberle ayudado a escribir el libro. Y uno no sabe si agradecerlo a uno o a otro, pero la prosa que se desgrana desde las primeras páginas es nítida y, cosa que ocurre poco con las biografías, te atrapa desde el inicio para no soltarte más.

Partiendo de su Calanda natal, en el bajo Aragón, Luis Buñuel recorre todas las etapas de su vida fascinante, los trabajos que tuvo que desempeñar para vivir, sus afinidades ideológicas y artísticas. En su relato fulgura una España que se ha ido para no volver. Inaugurador del siglo XX (nació en el 1900), la autobiografía de Buñuel es el retrato de un siglo lleno de contradicciones, feroz y desalmado si lo vemos desde cierto ángulo, subyugante y misterioso desde otros.

No es sólo la biografía de un hombre de su tiempo, es también el recuento vital de un artista de indiscutible calidad, pero sobre todo de alguien que vivió rodeado de algunos de los hombres y mujeres que, como él mismo, marcaron de manera definitiva el siglo en que vivieron. Por las páginas de “Mi último suspiro” se pasean Salvador Dalí, Miguel de Unamuno, José Bergamín, Rafael Alberti y muchos otros artistas españoles fundamentales. Mención especial merece Federico García Lorca, acaso el amigo más nombrado en el conjunto de estas páginas. Ya en su época parisina, Buñuel convoca en su libro a André Breton, Max Ernst, Paul Éluard, Benjamin Péret, amigos suyos que lo iniciaron en el surrealismo, ideología a la que se mantendría fiel por muchos años.

Una a una desfilan también sus películas, su estancia en Hollywood y su arraigo final en México. Con mirada introspectiva, en una especie de íntimo soliloquio al que el lector acude como voyeur silencioso, Buñuel recuerda sus amores y desamores, su papel en la guerra española al servicio de la república, confiesa su pasión por los sueños y sustenta su peculiar ateísmo. Siempre con una honestidad envidiable y con un guiño autocrítico y lleno de humor.

No sé hace cuánto tiempo que la autobiografía de Buñuel me esperaba en el librero. Es una edición de 2001, así que bien puede haber reposado ahí meses o años enteros. Estoy muy contento de que mis recientes periplos me hayan dado oportunidad de leerlo. El último capítulo, en el que Buñuel enfrenta la visión ya cercana de la muerte, es especialmente sobrecogedor. Vaya este párrafo para que prueben un poco a qué me refiero:

“Sin ilusión sobre la muerte, a veces me interrogo, no obstante, por las formas que puede adoptar. Me digo a veces que una muerte repentina es admirable, como la de mi amigo Max Aub, que murió mientras jugaba a cartas. Pero, de ordinario, mis preferencias se dirigen a una muerte más lenta, más esperada, permitiendo saludar por última vez a toda la vida que hemos conocido. Desde hace varios años, cada vez que abandono un lugar que conozco bien, donde he vivido y trabajado, que ha formado parte de mí mismo, como París, Madrid, Toledo, El Paular, San José Purúa, me detengo un instante para decir adiós a ese lugar. Me dirijo a él y digo, por ejemplo: ‘Adiós San José. Aquí conocí momentos felices. Sin ti, mi vida hubiera sido diferente. Ahora me voy, no te volveré a ver, tú continuarás sin mí, te digo adiós’. Digo adiós a todo, a las montañas, a la fuente, a los árboles y a las ranas… Así es como quisiera morir, sabiendo que esta vez no volveré… En realidad, me da igual dónde morir. Pero que no sea en un traslado. Para mí la muerte atroz es la que sobreviene en una habitación de hotel, en medio de maletas abiertas y de papeles desordenados…”

¡Ay! Quisiera recordar y escribir como Buñuel…

Iglesia y Sociedad

Totatzin

16 Nov , 2009  

Totatzin es la palabra náhuatl para decir “Padre Nuestro”. Según alcancé a entender, la raíz Tat está precedida por el prefijo To, que significa nuestro. El sufijo Zin, en cambio, es señal de exclamación de respeto. Por eso algunos traductores comienzan la oración diciendo: “Oh, Padre Nuestro”.

El náhuatl es la lengua originaria con mayor número de hablantes en nuestro país. A diferencia de la lengua maya peninsular, la segunda lengua indígena más hablada y concentrada geográficamente en la península de Yucatán, el náhuatl está disperso en varias regiones del país, considerablemente distantes las unas de las otras.

Cuando recibí la invitación para participar en el primer congreso de teología náhuatl me sentí honrado. Mi amigo, el padre Mario Pérez Pérez, vicario episcopal para la zona indígena de la sierra norte de Puebla y entusiasta promotor de la inculturación del evangelio, me extendió la invitación debido al acompañamiento bíblico que he ofrecido durante algunos años en los encuentros ecuménicos de teología indígena mayense, algunos de los cuales han tenido lugar en Yucatán en años pasados, en Maní, Buctzotz e Izamal.

A diferencia de otras diócesis, donde los esfuerzos por construir un discurso teológico desde las coordenadas de las ricas tradiciones indígenas de nuestro país tienen que hacerse sin aprobación ninguna y de manera casi clandestina, en la arquidiócesis de Puebla no solamente existe un vicario episcopal para la zona indígena, sino que dicho decanato tiene un plan pastoral específico que se lleva adelante con mucho éxito. Fruto de dicho plan es la exitosa experiencia socio-religiosa que ha tenido lugar en el pueblo totonaca de Huehuetla, en el Totonacapan poblano, y ahora este Primer Encuentro de Teología Indígena Náhuatl que ha convocado a presbíteros, religiosas/os y laicas/os de las más significativas regiones donde el náhuatl (antiguamente conocido como “mexicano”) es una lengua viva.

Cuetzalan, un hermoso pueblo serrano, fue la sede de los trabajos. El tema elegido para convocar a este primer encuentro fue la oración del Padre Nuestro. La mecánica de trabajo siguió los pasos del ver, pensar y actuar. En un primer momento se compartieron los usos más comunes, litúrgicos y extra litúrgicos, de la oración de Jesús en las comunidades de lengua náhuatl representadas. Los participantes abundaron durante el primer día y medio en la realidad de sus parroquias y en el papel que la oración del Padre Nuestro ha jugado en la expresión de la relación del pueblo náhuatl con Dios. Cayeron en la cuenta de que las traducciones del Padre Nuestro en uso en las comunidades eran varias y distintas.

Además de mi modesta participación en la que compartí los elementos evangélicos de la oración dominical (comparación de las dos versiones textuales, acentos teológicos de cada una de ellas…), el momento de la iluminación o “pensar” estuvo auxiliado por el Dr. Justino Cortés, un sacerdote dedicado en cuerpo y alma, desde hace muchos años, al estudio de la lengua náhuatl. Explicó, con una paciencia de santo, la primera traducción de la oración dominical por parte de Fray Pedro de Gante y enseñó a descifrar el lenguaje de signos jeroglíficos (pictogramas, los llama él) en los que el Padre Nuestro se vertió en antiguos códices. Un paseo apasionante por el pasado náhuatl.

La última jornada fue dedicada por los participantes a construir los consensos necesarios para unificar en las zonas representadas, una versión de la oración dominical que expresara no sólo la literalidad de la oración, sino la riqueza de sentido que encierra. Fue un espectáculo para alguien como yo, lego en esta temática, mirar los procedimientos de consenso y ser testigo de las amplias discusiones sobre algunos términos. Desafortunadamente, aunque la fascinación de la montaña poblana ejerció en mi todas sus artes de seducción, no pude permanecer hasta el final del encuentro que, además del consenso provisorio (tendrá que ser llevado y consultado con las comunidades) ofrecía la peregrinación a una ciudad antigua, santuario de tiempos prehispánicos.

Me queda un muy buen sabor de boca. No solamente por la atención exquisita que la comunidad de Cuetzalan ofreció a quienes participamos en el encuentro, sino porque pude refrendar que la teología indígena goza de cabal salud. Este Primer Encuentro de Teología Náhuatl es una de las muestras. Y lo mismo ocurre en la zona mayense, donde ya se rebasa los quince encuentros anuales, y preparan ya su próxima reunión que tendrá lugar en una comunidad de Palenque hacia fines de este mes. Como ocurre desde hace ya varios años, dicho encuentro contará con la participación de representantes de comunidades de nuestro estado: Valladolid, Ticul, Dzan, Tipikal, Maní, Izamal… El empuje inculturador brotado del Concilio Vaticano II y animado en nuestras tierras por insignes pastores, tiene el futuro garantizado, a pesar de la ignorancia y la mala voluntad de muchos de sus detractores.

Iglesia y Sociedad

Impresiones de una audiencia

9 Nov , 2009  

La ciudad del poder

Me sobrecoge la amplitud de los espacios. En medio de un inmenso jardín miro hacia mi izquierda y veo el obelisco dedicado a la memoria de George Washington. Miro hacia la derecha y veo el Capitolio. Ambos extremos parecen al alcance de la mano hasta que intento caminar del obelisco hasta el edificio de los diputados y me parece que no voy a llegar nunca. Estoy en la zona de los museos, aquéllos de las sosas películas “Una noche en el museo”.

Es la ciudad de Washington, capital de los Estados Unidos. Aquí todo habla de poder. Una ciudad concebida para que la persona que la visite sepa bien quién manda en el mundo. Edificios suntuosos, espacios inagotables. Aquí se encuentra la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA). Aquí también se halla el edificio que alberga a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), organismo dependiente de la OEA. Hasta aquí hemos debido llegar para que la voz de don Ricardo Ucán fuera escuchada por el Estado Mexicano.

De las autoridades yucatecas don Ricardo ha recibido solamente desprecio. El entero proceso, plagado de irregularidades, ha sido una fehaciente muestra de lo poco que importan los derechos humanos de un maya a los tres poderes del estado. Lo sabe quien haya leído detenidamente el informe “Los agravios”, que cuenta con lujo de detalles el calvario por el que ha debido pasar don Ricardo en los últimos nueve años (puede consultarse en www.indigacion.org.mx). Lo sabe también la CIDH. Quizá por eso fue tan puntual y severa en los cuestionamientos que planteó a los representantes del Estado Mexicano el jueves pasado en la audiencia que concedió con motivo de este caso.

Flashes de la audiencia

1. Los dos peticionarios, representantes de don Ricardo, esperan con impaciencia poder entrar al salón de sesiones. Tienen los nervios crispados. Revisan una y otra vez sus documentos y apuntes personales. Simpatizan con los juicios orales, así que ponderan bien la importancia de la precisión y la mesura de sus dichos. Odian más que nunca no poder fumarse un cigarrillo para calmar la ansiedad. Miran cómo, uno a uno, van llegando los miembros de la delegación del gobierno mexicano. Paran de contar cuando llegan al número once, entre funcionarios y chalanes. Por chismes de pasillo se han enterado que, cuando menos uno de ellos, lleva ya una semana en Washington, acompañado de su esposa. Piensan en el dispendio económico que la presencia de tal número de servidores públicos significa. La disparidad numérica entre las dos delegaciones resulta abrumadora. El único consuelo de los peticionarios es que la razón está de su parte. Su única prenda de honor es ser vehículo para que los reclamos de don Ricardo puedan ser escuchados en esta alta tribuna.

2. La audiencia comienza. Una frente a la otra las dos partes confrontadas esgrimen sus argumentos. Los minutos se desgranan con angustiante velocidad. La delegación gubernamental insiste en su argumentación y en la defensa a ultranza de la defensora de oficio. Su prueba maestra: un vídeo donde la abogada y el juez hablan en maya. El torpe manejo de la lengua por parte del juzgador hace esbozar sonrisas de pena ajena. El tiro les saldrá por la culata. Un asesor del gobierno yucateco es interrumpido por uno de los comisionados de la CIDH cuando cuestiona la admisibilidad del caso: ese es asunto que ya se ha definido. La CIDH conoce bien los entresijos del caso y los funcionarios deberán cuidar más sus argumentos.

3. La sesión de preguntas y respuestas entre los comisionados y las dos partes en confrontación terminan por arrojar algunas luces extras. La delegación gubernamental se muestra incapaz de convencer a los comisionados acerca del buen desempeño de la abogada defensora en todo el proceso. Éstos señalan a los funcionarios la obligación que el Estado tenía de ofrecer a don Ricardo el servicio de un traductor intérprete, independientemente de que él lo hubiera solicitado o no. Los representantes de don Ricardo aprovechan para dar dos golpes de gracia: la mención del ilegal intento de falsificación de documentos en que se involucró el Poder Judicial para tratar de cubrir las deficiencias de la defensora y el señalamiento de que dicha defensora argumentó en la solicitud final de amparo la falta de un traductor en el juicio, es decir, una argumentación en la que se autoincrimina… ¡una de las joyitas que asombró al comisionado Carozzo!

4. Una intervención final sorprende a todos: el ministro Alejandro Negrín, director de derechos humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, anuncia la voluntad del gobierno federal de coadyuvar con el gobierno yucateco en la resolución de este conflicto y ofrece involucrarse en la búsqueda de una salida. Sorprendida queda la delegación del gobierno yucateco de que la única intervención federal haya sido para aceptar implícitamente la responsabilidad del Estado ante la situación de don Ricardo. Se sorprenden también los representantes de don Ricardo, que antes de esta audiencia habían recibido del gobierno federal solamente indiferencia. Sorprendidos también quedan los comisionados, particularmente Florentín Meléndez, por lo inusual de una tal oferta pública que suena a reconocimiento de responsabilidad. Cuando la audiencia termina los dos peticionarios respiran relajados y satisfechos. De cuando en cuando David saca su honda y le pega en la frente a Goliat. De cuando en cuando, en extraño prodigio aritmético, dos suman más que once y el tiempo se pone a favor de los pequeños. Ahora el Estado Mexicano está muy preocupado y ofrece poner todo de su parte para buscar una solución a su desaguisado. Pronto veremos si honran su palabra. El pronunciamiento de la CIDH no debe ya estar muy lejos.

Solidaridad sin fronteras

Se ríe cuando le digo que nació en el lugar equivocado. Californiana de nacimiento, esta joven vive y trabaja en Washington. Se llama Patricia Kupfer. El apellido delata su ascendencia alemana. Kupfer quiere decir “cobre”. Pero es solamente su apellido: en realidad, esta muchacha es de oro puro.

Trabajó durante algunos años en México. Ahora vive en el centro mismo del imperio, trabajando para impulsar una reforma que reconozca los derechos de los migrantes y acabe de una vez por todas con las razzias que son una vergüenza para la nación de la pretendida “justicia y libertad para todos”. Patricia nos ofreció alojamiento durante nuestra estancia en Washington. Su hospitalidad es cálida en medio del clima frío del otoño que finaliza. Nos presenta a muchos de sus amigos. Todos ellos han trabajado en algún país de América Latina y han dejado allá jirones de su corazón; a su regreso, en intercambio fecundo, se han traído nuestra hambre de justicia. De manera generosa y desinteresada, Patricia nos comparte su casa y su vida.

Cuando oigo su risa franca pienso que este país tiene salvación mientras tenga como ciudadanos a gente como ella. Patricia hace que esta ciudad del poder sea también, al menos en una de sus esquinas, ciudad de la solidaridad. A las grandes distancias que ostenta el poder gubernamental, Patricia opone una cercanía cálida que desaparece fronteras. A los amplios espacios de avenidas y museos, Patricia contrapone una casa pequeña y acogedora siempre abierta. Washington es mejor ciudad porque Patricia Kupfer vive en ella.

Iglesia y Sociedad

La audiencia de don Ricardo Ucán

2 Nov , 2009  

Este próximo jueves 5 de noviembre es una fecha muy importante para don Ricardo Ucán y para todas las personas que hemos seguido su caso. Como es de público conocimiento, don Ricardo Ucán fue juzgado por haber causado la muerte a don Bernardino Chan Ek. El homicidio, sin embargo, tiene un excluyente de responsabilidad: don Ricardo mató a don Bernardino en defensa propia, después que fue amenazado con un rifle por parte del hoy occiso.

Don Ricardo fue auxiliado por una defensora de oficio que no proveyó al inculpado de una auténtica defensa. No solamente no presentó agravios ni conclusiones como parte del proceso legal, sino que desestimó en la defensa pruebas irrefutables de que el hoy occiso había disparado su arma antes de ser ultimado, lo que demostraba que don Ricardo mató en defensa propia. La negligencia de la defensora de oficio provocó que don Ricardo, que en ningún momento del juicio recibió la ayuda de un traductor, tal como lo exige la ley en el caso de personas pertenecientes a etnias indígenas, fuera condenado por homicidio calificado. Después de recurrir a sucesivas instancias, la sentencia contra don Ricardo fue ratificada por el Tribunal Superior de Justicia, agotándose así todos los recursos jurídicos que pudieran resarcirle el daño que le ocasionó una defensa ineficiente.

La violación al derecho a un juicio justo cometida contra don Ricardo no es un asunto solamente de él: pone al descubierto que existen todavía fallas estructurales en la administración de justicia: ausencia de traductores para la etnia maya, defensores que no defienden, etc. En el caso de don Ricardo este trato discriminatorio ha sido bien documentado. Por eso don Ricardo Ucán, con ayuda del equipo Indignación A.C. y de la Red “Todos los derechos para todos y todas”, presentó su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), institución dependiente de la Organización de Estados Americanos, a la que pueden recurrir los ciudadanos y ciudadanas de aquellos países que hayan firmado y ratificado los más relevantes tratados de derechos humanos vigentes en nuestro continente. Esta apelación puede hacerse solamente cuando, en el propio país, el demandante haya agotado todos los recursos legales, cosa que, como hemos señalado, ocurrió desde hace ya varios años con don Ricardo Ucán.

Pues bien, después de haber aceptado el caso de don Ricardo, la CIDH ha decidido conceder una audiencia para escuchar, de propia voz de los demandantes, algunos elementos que le aclaren más el caso e iluminen la decisión que se apresta a tomar. En la audiencia estarán presentes dos miembros del equipo Indignación y la secretaria de la Red “Todos los Derechos para Todas y Todos” como co-peticionarios en el caso de don Ricardo. Estarán también representantes del Estado Mexicano, que es la parte demandada. Dicha reunión tendrá lugar en Washington, sede de las oficinas de la CIDH, el próximo jueves.

¿En qué radica la importancia de esta reunión? Como ya hemos dicho, el caso de don Ricardo pone al desnudo el sistema de procuración y administración de justicia, especialmente en lo que toca al trato discriminatorio que en dicho sistema se da a las personas que forman parte de los pueblos originarios, en este caso el pueblo maya. Es la primera vez que el Estado Mexicano es llevado a juicio por un caso de este tipo acontecido en la región de mayor concentración indígena del país, la península de Yucatán.

En efecto, la audiencia que se efectuará el día 5 de noviembre tiene por objeto que, tanto los representantes de don Ricardo como la representación del Estado mexicano, expongan sus argumentos en torno al caso y representa una de las últimas etapas del procedimiento antes que la CIDH determine si existieron violaciones a la Convención Americana por parte del Estado. En caso de que la CIDH determine la existencia de violaciones a los derechos humanos, sería la primera vez que el Estado mexicano fuese señalado como responsable por violaciones a derechos humanos, cometidas por autoridades del estado de Yucatán.

No es el recurso a la CIDH la primera acción que la sociedad civil ha impulsado para lograr la libertad de don Ricardo Ucán. El Poder Ejecutivo ha desestimado peticiones apoyadas por personas de muchas partes del mundo para que se utilizase el recurso de reconocimiento de inocencia y se dejara libre a don Ricardo, como una manera de resarcir las violaciones a los derechos humanos que contra él se cometieron durante todo el proceso. Otra campaña, apoyada también por gente de nuestro país y del extranjero, solicitó al Poder Legislativo del estado que legislara el indulto, de manera que don Ricardo pudiera salir libre aplicándosele esa figura legal. Pero todos los poderes del estado han permanecido sordos a estos esfuerzos por resarcir las violaciones cometidas contra don Ricardo en un juicio a todas luces irregular y discriminatorio.

Por eso tiene razón el equipo Indignación cuando nos recuerda en uno de sus más recientes comunicados, que “a pesar de haber transcurrido tres administraciones desde que sucedieron los hechos (las encabezadas por Víctor Cervera, Patricio Patrón e Ivonne Ortega, respectivamente), ninguno de los representantes del ejecutivo ni de las diversas legislaturas, han realizado acciones tendientes a facilitar la liberación de don Ricardo, a pesar de los insistentes llamados de organizaciones civiles nacionales e internacionales del prestigio de Amnistía Internacional, así como del Relator Especial de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales de los Indígenas”.

Pero a todo mundo le llega su hora…

Iglesia y Sociedad

Cuatro viñetas para el Padre Obispo Lázaro

26 Oct , 2009  

1. Profesor sin miedo.
Era septiembre de 1979. Regresábamos de nuestro año en el seminario de Puebla, después de aquella apoteósica batalla que fue la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Entraba yo al segundo año del cuatrienio teológico. Recuerdo que nos tocó llevar la materia “De Gratia” (que todavía llevaban las materias, aunque fuera de manera simbólica, el nombre en latín). El profesor era el padre Lázaro Pérez Jiménez. Durante toda nuestra formación teológica no tuvimos otro profesor en el área de la teología dogmática más que él. Siempre Lázaro. Cuando terminaba la clase me acerqué para conversar con él. Le comenté que, como único fruto de una beca ganada en Puebla, había yo recibido de regalo el libro “Gracia y Liberación del Hombre”, del teólogo brasileño Leonardo Boff. Era, por así decirlo, la versión del tratado “De Gratia” desde la perspectiva de la teología de la liberación. Estuvo encantado de que yo expusiera en la clase una síntesis del libro. A partir de entonces, nunca estudié otro tratado teológico sin que el padre Lázaro me pidiera hacer una presentación de la otra versión de la materia, la liberadora… “De todas formas, no te olvides que el examen será sobre mis apuntes, ¿eh? No sobre esas novedades…”

2. Guardián fraterno
Octubre de 1986. Había yo terminado mi ciclo de formación en el extranjero y regresaba a la diócesis de Yucatán para iniciar mi servicio ministerial. Fui nombrado vicario de la parroquia de Lourdes y profesor del seminario conciliar. El padre Lázaro fue a visitarme un día a la parroquia. Su propósito era convencerme de ayudarlo en la conducción del equipo de paternidad responsable. Le dije que sí. Trabajamos juntos por algunos meses. Paulatinamente fue dejando la responsabilidad completa en mis manos, pero manteniendo siempre conmigo una fraterna comunicación. Más tarde, ya con mayor confianza, me reveló que aquella invitación no había sido decidida por él. El arzobispo Castro Ruiz, preocupado por algunos conflictos que tuve en Roma con el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le había pedido a Lázaro que me invitara a trabajar con él en el equipo de paternidad responsable de manera que, estando así cerca de mí, vigilase la rectitud de mis posiciones teológicas. “Que nunca vaya a saber don Manuel que yo te conté esto…”, me dijo Lázaro. Don Manuel nunca lo supo.

3. Con el pie en el episcopado
De 1987 a 1996 fui profesor de la Universidad Pontificia de México. El padre Lázaro era ya profesor de tiempo completo, de manera que durante varios años compartimos casa y trabajo. Preocupado siempre por los seminaristas yucatecos que estudiaban en la UPM, Lázaro propiciaba salidas comunitarias, encuentros festivos, reuniones de conversación, de manera que, yucatecos en el exilio, conserváramos siempre vínculos de comunicación. Una noche nos invitó a todos a cenar. Una extraña alegría le brillaba en los ojos. Dos días más tarde recibimos la noticia de que había sido preconizado obispo de Autlán. Supimos entonces que, sin decirlo, quiso celebrar con nosotros su nombramiento. “Claro que ya lo sabía… pero ni modo de decírselos… ¡Estaba yo bajo secreto pontificio!”. Le susurré que yo, previamente, algo había sabido de la intención de la Santa Sede de elegirlo para el episcopado. Me preguntó que qué es lo que yo había sabido. No le contesté. Entonces se echó una carcajada: intuyó enseguida que también yo, como él, estaba “sub secreto pontificio”.

4. La amistad del Padre Obispo
Con la pícara sonrisa de un niño travieso me hizo pasar a la cabina. Era una estación de radio en Autlán desde la cual el padre obispo predicaba domingo a domingo. Escuché su sermón y los saludos que dirigía a las personas: “Mando un abrazo fuerte a doña Juanita, una abuelita adorable a quien conocí en una parroquia que visité esta semana. Ojalá que este saludo le ayude a recuperarse de su dolor de pies… Un saludo a don Ernesto, sacristán de la parroquia del Sagrado Corazón. Dice que siempre me escucha, así que le mando un abrazo agradecido…” y así por varios minutos. Siempre quiso ser llamado “padre obispo”, desterrando hacia su persona cualquier tipo de trato reverencial como “Excelentísimo” y “Reverendísimo”, títulos de los que siempre hacía mofa llamándolos “anticonciliares”. En repetidas ocasiones me invitó a ofrecer cursos a su presbiterio, tanto en Autlán como en Celaya. Lo hizo a pesar de las expresas desautorizaciones y suspicacias que circulaban a mis espaldas. Siempre se lo agradecí. Cuando me vio titubear en la aceptación de una invitación suya (tan escamado estaba yo de las presiones en mi contra), me dijo no sin cierta sorna: “Hey Raulito, yo te estoy invitando… no te olvides que también yo soy sucesor de los apóstoles…”. El curso que me propusiera para el año próximo, a través de su coordinador de pastoral bíblica, el padre Jerónimo Cabrera Muñoz-Ledo, ya no podrá llevarse a cabo.

El adiós intempestivo
Otros tantos recuerdos llevo grabados en la memoria y en el corazón. Algunos de ellos, como el sacrificio que significó su traslado repentino a la diócesis de Celaya, vivido con entereza y confiado solamente a contados amigos, deberán ser guardados con la discreción que ameritan. Otros, como sus desvelos pastorales, su prudencia doctrinal al frente de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la CEM que atemperó infames cacerías de brujas, su cariño por la gente sencilla, serán, con toda seguridad, proclamadas a los cuatro vientos ahora que nos ha dejado por un presbiterio y un pueblo que aprendieron a quererlo y valorarlo. No es poca cosa, si de obispos hablamos. Me queda a mí el recuerdo del profesor, del amigo, del colega, del pastor… Su muerte me ha llenado de tristeza.

Iglesia y Sociedad

Dios es también mamá

19 Oct , 2009  

Se acerca el cumpleaños número 87 de mi madre. Ella ha sido para mí una de las más claras y seguras señales del amor de Dios en mi vida. Pensando en ella quiero compartir hoy con los pacientes lectores y lectoras de esta columna algunas reflexiones acerca de una perspectiva bíblica poco considerada: la que presenta a Dios como madre.

Comenzaré, para salir al encuentro de quien pueda sentir cierta suspicacia ante un tema tan inusual, refiriéndome a la óptica desde la que hago esta reflexión. Para conocer a fondo a una persona hemos de atender no solamente a lo que dice, sino sobre todo a lo que hace. No basta, por ejemplo, que alguna persona diga que sabe ser buen amigo, falta ver sus acciones, particularmente en los momentos de dolor y de necesidad. Los gestos y las palabras van juntos cuando se trata de conocer a alguien.

Lo mismo ocurre en la revelación que Dios nos va haciendo de su persona y de su rostro. Yo creo que tanto en la primera parte, las Escrituras Judías, como en la segunda, el Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo, debemos fijarnos no solamente en las palabras, sino también en los gestos y las acciones. Solamente así comprenderemos mejor lo que Dios quiere decirnos a través de ellas.

Un texto tiene, normalmente, muchos significados. Comprender lo que leemos depende, en gran medida, de quién es el que lee, qué situación está viviendo, cuáles son sus preocupaciones etc. Cuando hablamos de hermenéutica nos referimos precisamente a la reserva de significado que tiene un texto, reserva que suele ser múltiple y plural. Esta pluralidad de sentidos solamente sale a luz cuando un texto es leído desde perspectivas diferentes.

La cultura judía, como muchas de nuestras culturas, es una cultura patriarcal. Eso no es necesariamente malo, pero puede llevar a que menospreciemos el punto de vista de la mujer y veamos todo con ojos de varón. Así, la mayor parte de los textos bíblicos del Primer Testamento nos habla de Dios como padre, llenándolo de características masculinas: Dios es el fuerte, el poderoso, el providente, el creador, el ordenador, el vengativo, el guerrero, etc.

Sin embargo, la Biblia habla mucho de las mamás. En muchas ocasiones la Biblia, particularmente en los relatos que nos hablan de los patriarcas, retrata la vida familiar, dándonos algunos rasgos que nos permiten descubrir en qué consiste ser madre para el pueblo judío. Les propongo unnos ejemplos:
1. La mujer es fuente de vida. Eva, la primera mujer, recibe ese nombre que significa, precisamente, vitalidad (Gn 3,20).
2. La madre es la que alimenta a sus hijos, la que les da de comer de su propio cuerpo, la que prodiga cuidados. (Gn 21,14-21).
3. La madre posee un sexto sentido, la intuición, para proteger a sus hijos y velar por la realización del plan de Dios (Gn 27,5-13)
4. La madre es reconciliadora en la familia, pone paz entre los hijos y sufre por la división (Gn 27,42-45).
5. La madre es arriesgada, defiende a su hijo aun con el peligro de la propia vida (Ex 2,1-3).
6. La madre es sacrificada, prefiere la vida del hijo que la conservación de su propia vida (1Re 2,16-28)
7. Madre verdadera es la que busca el bien del hijo, no quiere al hijo para sí, sino para el servicio de Dios y el cumplimiento de su misión (1Sam 1,1-18)

Algunos de estos rasgos aparecen a veces en las descripciones que los textos dan de Dios. En estos casos, aunque no se llame a Dios “madre”, se le colocan rasgos que nos ayudan a descubrirlo con sentimientos maternales. Los profetas entendieron muy bien esto y llegaron a referirse a Dios casi directamente con atributos maternos.

Estos textos, sin embargo son poco valorados por los lectores varones y por algunos especialistas porque en ellos los rasgos de Dios no corresponden a la imagen clásica del varón. Pongamos un ejemplo: cuando se habla de cómo mostró Dios su rostro a Moisés, es decir, cómo se le manifestó, se hace referencia comúnmente al texto de Ex 3,1-12 en el que Dios le habla a Moisés en medio de un arbusto en llamas. Dios se presenta como el liberador, que escucha los gemidos de su pueblo y que baja con mano fuerte para luchar a su favor en contra de los opresores de Egipto.

Sin embargo, casi nadie hace referencia a un texto que describe a Dios con otros rasgos “menos masculinos”, podríamos decir. Se trata de Ex 33,18 – 34,7, en el que Moisés le pide a Dios que le muestre su gloria. Dios le responde: “mi rostro no lo puedes ver”, pero le promete que pasará delante de él y le mostrará quién es. La descripción del paso de Dios no puede ser más hermosa. Dios pasa gritando su nombre delante de Moisés, y su nombre no es simplemente “Yo soy el que soy” como en Ex 3,14, sino “Yo soy el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados…” (Ex 34,6-7).

Por eso creo que sería un punto de partida inadecuado buscar dónde dice la Biblia que Dios es madre. Si obráramos así, quizá nunca encontraríamos un texto que nos fuera útil. Lo que tenemos que hacer es fijarnos en las características maternales con las que Dios es descrito. Otra vez, tenemos que atender más a los gestos significativos que a las palabras.

En el Primer o Antiguo Testamento, un pasaje nos revela la dimensión significativa de la maternidad. Se trata de 1Sam 1,1-18, pasaje en el que Ana solamente recibe de Dios el regalo de la maternidad cuando decide dejar de pedir el hijo para sí misma, y lo ofrece gratuitamente a Dios. La maternidad aparece así como símbolo, acaso el más claro de los símbolos, de lo que significa vivir para los otros. Lo mismo puede decirse de 1Re 3,16-28, el caso de las dos prostitutas y del niño muerto.

Para los cristianos, Jesús es la imagen más clara de quién y cómo es Dios. Por eso no nos extraña que Jesús, aun siendo varón, tenga actitudes que podríamos calificar de “femeninas” e incluso “maternales”. En el Nuevo Testamento Jesús aparece como aquel que ama y que es capaz de dar la vida por sus amigos. Jesús es tierno y misericordioso y concibe su muerte en la cruz como un acto de entrega definitiva. Recomienda perdonar siempre y a toda costa. Algunos gestos suyos, como cuando se describe el misterio de la Eucaristía en el evangelio de san Juan, nos muestran rasgos maternales de Jesús. Lo mismo puede decirse de ciertos ejemplos que Jesús usó para hablar de su propia misión, como el texto de la vid y los sarmientos, que encierra un notable sentido maternal, o el texto en el que Jesús le reprocha a Jerusalén su rechazo y para hacerlo escoge la imagen de una gallina con sus pollitos (Mt 23,37-39)

Muchas cosas más podrían decirse de este tema, pero sobrepasarían las dimensiones de esta columna. Baste por ahora señalar que una lectura desde esta perspectiva de algunos textos del Primer o Antiguo Testamento (Os 11,1-11; Is 49,14-21; Jer 31,15-20) o del Nuevo Testamento (Jn 6,51-57; Jn 8,1-11; Jn 15,9-17) enriquecería nuestra comprensión de Dios y de Jesús y de sus rasgos maternales. Baste esto por ahora para rendir un homenaje a la autora de mis días en su ya cercano cumpleaños.