Iglesia y Sociedad

Des-aprender: la osadía de Jesús

20 Ago , 2014  

El domingo pasado, 17 de agosto de 2014, se leyó en todas las iglesias católicas del mundo el pasaje que relata el encuentro de Jesús con una mujer cananea. Leímos la versión de Mateo (15,21-28). El relato es sencillo: Jesús cruza la frontera de Israel –parece que por vez primera en su ministerio itinerante– y se interna hacia la región de Tiro y Sidón, dos ciudades cananeas, habitadas mayoritariamente por población no judía. Ahí se encuentra con una mujer cananea que busca su compasión e intercede por su hija, que está atormentada por un demonio. No se explica en el texto cuál sea la enfermedad o dolencia a la que se hace alusión, pero se recalca la inquebrantable decisión de la mujer de llegar hasta los pies de Jesús para solicitarle su intervención.

Lo primero que llama la atención es la actitud de Jesús hacia la mujer. El texto subraya que “no le contestó ni una palabra”. Hasta el momento, Jesús había aparecido siempre conmovido delante de las multitudes (Mt 5,24-25; 8,16; 9,35-37; 14,36) y dispuesto a mostrarles su misericordia a través de prodigios. Por eso es que la actitud ante la cananea aparece como inusual y su sola presencia en los testimonios evangélicos apunta hacia la historicidad del hecho. El silencio de Jesús parece tener algo de despreciativo. Tal cosa se confirma cuando, no obstante la inicial oposición de Jesús y el aparente fracaso de la intervención de los apóstoles (“Maestro, atiéndela, porque no deja de gritar delante de nosotros… y la respuesta de Jesús: Yo no he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la Casa de Israel”) la mujer logra colarse hasta llegar frente a Jesús y recibe de él esta contestación a su ruego: “No está bien quitar el pan de la mesa de los hijos para echarlo a los perritos”.

Aunque a nosotros nos parezca inusual la actitud de Jesús hacia la mujer, él no hace otra cosa que responder al patrón de educación recibido desde niño. En efecto, la conciencia de Israel de ser el pueblo elegido por Dios había derivado en un menosprecio hacia los otros pueblos, al grado que ciertas observancias radicales exigían a los judíos piadosos no entrar en contacto con personas de otros pueblos ni entrar en sus casas. Es posible que la determinación “perros” fuera una manera usual que los judíos usaran para dirigirse a las personas de otros pueblos, algo así como cuando los yucatecos usamos el apelativo “huaches” para referirnos a las personas que no son yucatecas.

La elección de Israel por parte de Dios es uno de los grandes dones que, con razón, enorgullecen a los judíos. Pero tal elección podía ser considerada un privilegio o una misión. De eso dependía si se tenía actitudes despreciativas o proselitistas hacia los miembros de otros pueblos. Si era considerado un privilegio, entonces los otros pueblos eran inferiores e indignos de la salvación. Si era considerada una misión, entonces había que hacer extensiva esa elección a todos los pueblos de la tierra. Hay muchas advertencias en los libros proféticos en contra de una interpretación de la elección de Israel como un privilegio del que hubiera que jactarse y del que se gozara sin tener ninguna responsabilidad hacia Dios. Parece que la educación de Jesús estuvo impregnada de esta enseñanza, si al relato de la cananea nos atenemos.

Lo interesante del texto es que la mujer no se queda callada delante de la frase de Jesús. No lo desmiente (“Es verdad, Señor…”), pero le lanza un desafío: para ella, el corazón de Dios no puede ser tan mezquino, ni puede regirse por fronteras étnicas. En algún lugar del corazón de Dios hay espacio también para los “perritos”, y esto no va en detrimento de los “hijos”.

La alabanza de Jesús parecería como desmesurada: “Mujer ¡qué grande es tu fe!”. La insistencia de la mujer, es cierto, ha sido perseverante, pero muy probablemente habría sido esa la reacción de cualquier madre desesperada por la salud de su hija. Yo pienso que la alabanza de Jesús, sin embargo, no es desmesurada, porque el desafío que le ha lanzado a Jesús ha dado en el clavo. Jesús se ha visto obligado por ella a des-aprender, es decir, a cuestionar la verdad “eterna” de que Israel es el único pueblo amado por Dios, tal como lo aprendió desde niño en la sinagoga y en el entorno familiar. Si aprender es difícil, des-aprender parece serlo aún más. Bajo el ángulo que la mujer ha planteado, la elección de Israel cobra un nuevo rostro para Jesús. La tarea de plena humanización que el anuncio del Reino de Dios conlleva, no tiene por qué estar exclusivamente dirigida a un pueblo determinado, sino debe abrazar a todos los pueblos. El amor de Dios, en efecto, no tiene fronteras, como esta mujer acaba de enseñarle a Jesús. Si Jesús puede, hacia el final del evangelio (Mt 28,18-20), proclamar que el anuncio del evangelio es “para toda creatura” sin distinción de ninguna clase, ni étnica, ni genérica, ni social, es solamente gracias a la intervención de esta mujer que le hizo des-aprender el nacionalismo en el que fue criado.

Digo que este texto tiene relevancia para nuestros tiempos por dos razones: porque ha habido recientemente en las redes sociales manifestaciones exacerbadas de un regionalismo a ultranza, que desprecia a las personas que a nuestras tierras han venido en busca de cobijo, seguridad y tranquilidad, pero también porque nos recuerda que una tarea pendiente, sobre todo en nuestras épocas, es el des-aprendizaje del que Jesús nos da testimonio en este texto.

Y conste que la “verdad” que las palabras de la mujer han terminado por desmantelar era uno de los axiomas defendidos por las personas más religiosas de Israel. Así que la pedrada daría en el blanco si nos obligara a quienes hoy leemos el texto, a cuestionarnos si las “verdades” que hemos aprendido en nuestra infancia no debieran ser revisadas en relación con los nuevos avances de las ciencias biológicas y sociales, en lugar de ser mantenidas a rajatabla. Y cuando lo digo pienso en, por ejemplo, la misoginia cultural, el machismo, el rechazo a la diversidad sexual y tantas otras “verdades” que comienzan a ser desafiadas por las nuevas circunstancias y por los avances de las ciencias y de la cultura de los derechos humanos. Tal fue, mutatis mutandi, la actitud de Jesús que se desprende del texto que leímos el domingo pasado en la Misa.

Iglesia y Sociedad

La igualdad de género en el trabajo

15 Ago , 2014  

Isabel Turrent es una analista internacional y mantiene una columna quincenal en el periódico Reforma. Interesada en la plena integración de las mujeres a la vida económica y política, uno de los atajos que nos van conduciendo al cambio de mentalidad conocido como ‘la revolución de género’, ha escrito en el número 184 de la revista Letras Libres un provocativo artículo titulado “¿Paloma para el nido?”

El título proviene de un poema de Salvador Díaz Mirón. El cuarteto donde se menciona la metáfora es el siguiente:

¡Confórmate, mujer! Hemos venido
A este valle de lágrimas que abate,
Tú, como la paloma para el nido,
Y yo, como el león para el combate.

Recuerda Turrent que el poema de Díaz Mirón, de proverbial incorrección política en nuestros tiempos, no deja, sin embargo, de reflejar “una visión milenaria y patriarcal sustentada en la biología: recluidas en el nido, las mujeres daban puntualmente a luz año con año. Ni siquiera en las florecientes democracias occidentales había una sola rendija que les permitiera rebasar las fronteras de la vida doméstica”, señala en su artículo la analista.

Parecería el poema de Díaz Mirón una rémora del pasado si no fuera porque se mantiene aún, y en ocasiones se sostiene con ferocidad, una mentalidad que no termina de aceptar en los hechos la igualdad de varones y mujeres. El periódico Finantial Time publicó, en febrero de este año, un estudio sobre la brecha de salarios que existe entre el trabajo femenino y el masculino: “No hay ningún país del mundo –señala el estudio– donde a las mujeres se les pague lo mismo que a los hombres”. Y eso puede corroborarse en datos duros: la OIT (Organización Internacional del Trabajo), que hace un seguimiento puntual de los cambios en el mundo laboral, señala que, en promedio, las mujeres ganan 23% menos que los hombres (77 centavos por cada peso, dólar o libra).

Una de las dificultades claves para la permanencia de esta desigualdad está basada en la capacidad reproductiva de las mujeres. Aun en los países que presumen de mayor igualdad salarial, como Suecia o Noruega, el salario femenino empieza a disminuir cuando las mujeres tienen hijos. Sin embargo, con lucidez, Isabel Turrent subraya que no son solamente los hijos los que causan la diferencia salarial: “Con o sin familia, en cualquier sector de la economía y en cualquier país del mundo, aun con las mismas capacidades y preparación, las mujeres ganan menos que los hombres… y no sólo ganan menos: tampoco ascienden al mismo ritmo que sus compañeros en las empresas donde laboran”.

Muchas mujeres, en los países en que se ha avanzado en legislar para la igualdad, quieren una vida en equilibrio entre el hogar y el trabajo. Para manejar, sin embargo, la doble carga de trabajo las que tienen oportunidad de hacerlo, tienen que disminuir frecuentemente la carga de trabajo optando por trabajar menos tiempo o abandonan temporalmente el trabajo, pero con ello pierden antigüedad, práctica y oportunidades de ascenso.

Se necesitan muchas concurrencias para acabar con la desigualdad laboral que aqueja a las mujeres. Turrent ofrece algunas ideas que pueden ser útiles: un entramado legal que castigue rigurosamente el acoso y el abuso sexual (causa de innumerables despidos y abandonos de oportunidades laborales para las mujeres), la construcción de una red de instituciones que, como las écoles maternelles de Francia, permita a las mujeres horarios flexibles de trabajo y una reinserción al trabajo sin costos después de tener un hijo, el establecimiento de cuotas obligatorias –como se ha probado exitosamente en Noruega– para asegurar un porcentaje razonable de mujeres en los puestos más altos de la pirámide de empresas y burocracias y la garantía legal de salario igual por el mismo tipo de trabajo.

Estas medidas no solucionarán por sí mismas la desigualdad de las mujeres en el campo laboral, porque el cambio medular está en las conciencias y la mentalidad colectiva es lo más lento en cambiar, pero sí ayudarán a ejercer presión sobre algunas de las ideas que, no por políticamente incorrectas son menos efectivas y que sostienen el andamiaje de la desigualdad, promovidas en muchas ocasiones por las iglesias, los medios de comunicación y por el mismo Estado. Pero algo es algo. Como bien concluye Isabel al final de su interesante artículo: “Las mujeres deben entender, finalmente, que ningún grupo –ni siquiera si tiene mayoría numérica– derruye órdenes tradicionales centenarios sin una presión sistemática, solidaria y sin tregua…” Y también deben entenderlo, agrego yo, los varones. A eso quiere colaborar esta humilde reflexión.

Nota: el artículo de Isabel Turrent puede leerse en: Letras Libres 184 (abril 2014) pp. 8-10 y es parte del dossier que dicha revista dedica al tema de la igualdad de género, con cuatro artículos más sobre temas relacionados y escritos por maravillosas escritoras.

Iglesia y Sociedad

Pueblos indígenas y salvación de la especie humana

6 Ago , 2014  

Desde Nicaragua me ha llegado una interesante reflexión de los investigadores Peter Marchetti y René Mendoza. Refiere que la segunda Cumbre de la Tierra en Johannesburgo 2002 acabó con los acuerdos de Desarrollo Sostenible que se habían suscrito en la primera Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro 1992. El Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC) presentó en 2013 las evidencias de ese fracaso en contener el cambio climático:
1) las emisiones entre 1992 y 2012 aumentaron en 1 grado+, superior a la edad preindustrial;
2) aún con acciones radicales de mitigación el planeta en 2025 llegará a 1.6+, luego, esos niveles de gases y calentamiento climático, sin importar las acciones que se tomen, no desaparecerán en 100 años;
3) sin acciones radicales de mitigación entre el presente y 2025, el aumento del dióxido de carbono (CO2) producirá un calentamiento climático de 2.0+ desde 2050 en adelante, y ese calentamiento no cambiará en por lo menos otros 100 años.

El capital encima de la ciencia y la ecología
La verdad es que el mal se agudizó con las decisiones tomadas en Johannesburgo 2002. Allí el capital venció a la ciencia haciendo incumplir la Convención Internacional sobre Cambio Climático y la Convención Internacional de Diversidad Biológica, suscritos por 178 países en 1992. En Johannesburgo, Estados Unidos y la Unión Europea condicionaron su participación en la Cumbre a su declaración bilateral de no renegociar los acuerdos alcanzados en Monterrey (México) sobre la Ayuda al Desarrollo, y en Doha (Catar) sobre libre comercio. En 10 años, el sueño de Río 1992 fue supeditado a las relaciones desiguales norte-sur y al comercio; en Johannesburgo, detrás de las cortinas de los ODM, se violentó el primer principio de la Cumbre del Río:«Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible.” Los mercados des-regulados gobernarían lo social, lo político y lo ambiental, sustituyendo así el corazón del cuarto principio de la Cumbre del Río:«Para alcanzar el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente debe ser parte del proceso de desarrollo y no puede ser considerado por separado.»
Por eso sostienen Marchetti y Mendoza que en Johannesburgo emergió un nuevo paradigma para atender las crisis climáticas y ambientales: la alianza privada-pública supeditada a las transnacionales. La esencia de la desfiguración grotesca del cuarto principio yace en que sin cambiar las dinámicas de las empresas transnacionales de energía y de alimentos, esas empresas pueden proteger el ambiente bajo mecanismos de Pago por Servicios Ambientales (PSA); o sea, los mercados y los intereses individuales, y no las instituciones públicas, protegerían al ambiente. Más tarde, ese PSA evolucionó a programas de Reducción de Emisiones de Deforestación y Degradación de Bosques (REDD y REDD+) que usa incentivos mercantiles, fiscales y financieros para preservar la cobertura forestal. En consecuencia, aparecen empresas latifundistas verdes que acceden a los 30 billones de dólares comprometidos en Copenhague 2009 para 2010-2012; mientras iniciativas de bosque comunal en algunas reservas de Centroamérica, como la de Petén en Guatemala, se hallan empantanados en negociaciones interminables. Es decir, en el nuevo paradigma, el medioambiente es eso, “medio” del “desarrollo” gobernado por los mercados, donde se negocia el deterioro del ambiente para un capitalismo verde.

Los campesinos/as indígenas, una esperanza
Ante el cambio climático, que la IPCC confirmó como una amenaza para la misma sobrevivencia humana, una de las pocas señales de esperanza son las prácticas de las economías campesinas e indígenas, mientras EEUU, Unión Europea, Japón y China lidian con el cambio climático desde el capitalismo verde, y las empresas transnacionales dirigen ciertas reglas de control mundial.
Dicen Marchetti y Mendoza que hay cuatro rasgos fundamentales de las comunidades campesinas (integralidad, asociatividad, prácticas de mitigación, e institucionalidad con capacidad de resolver problemas ambientales) que constituyen una perspectiva alentadora y alternativa para enfrentar la crisis climática global.
Primero, los pueblos indígenas desarrollan una visión integradora que combina economía, ecología y lo social para enfrentar a una ciencia al servicio de una ideología ambientalista del capitalismo verde; esa ciencia que ve a las familias campesinas como “deforestadoras;” mientras en América Latina donde hay más árboles es en los pueblos indios mientras que donde no hay árboles es en haciendas ganaderas o plantaciones de monocultivo (caña, soya, girasol, maní, arroz, palma africana).
Segundo, el campesinado evita el individualismo porque se organiza en redes y cooperativas, semillas de la economía solidaria, que se contraponen a la ideología del ‘descarte’ de organizaciones cooptadas por el mercado que ven a las familias campesinas como “individuales”, a sus fincas como “rubros” y a sus miembros como “mozos.”
Tercero, en lucha contra el deterioro ambiental, los pueblos indios diversifican sus cultivos, trabajan agricultura orgánica, protegen ojos de agua, asocian y rotan cultivos, combinan actividades agropecuarias y no agropecuarias, y organizan turismo comunitario; con estas prácticas aseguran la alimentación familiar y escalonan ingresos; y con todo esto resisten al sistema que mercantiliza la tierra y lo que hay en ella, maniobra las leyes ambientales y les despoja de sus tierras, organizaciones y de sus identidades.
Cuarto, la institucionalidad tradicional (fajina, mano vuelta, esquilmo, tequio) de relaciones de colaboración entre las familias resiste a la institucionalidad del mercado que las mercantiliza.

Donde hay bosque en América Latina hay pueblos indígenas, y en sus fronteras hay, y ha habido, violencia transnacional para acabar con esos bosques. Urge acercarnos a la gestión colectiva de los pueblos sobre sus recursos (árboles, bosques, agua…), entender los enfoques que los tienen los pueblos y estudiarlos para aprender de ellos. No resolveremos la crisis ambiental y climática con el mismo pensamiento (liberalismo y neoliberalismo) que la creó, sino con nuevas ideas partiendo de la vía campesina e indígena y recuperando la centralidad del ser humano. Y eso sólo lo podemos aprender de los pueblos indígenas. En la Escuela U Yits Ka’an lo sabemos… y en ese camino andamos.

* Peter Marchetti es asesor de la Universidad Rafael Landívar, y René Mendoza V. (rmvidaurre@gmail.com) es colaborador de Fundación Vientos de Paz (www.peacewinds.org)
– Para ver el artículo completo ir a:
http://www.confidencial.com.ni/articulo/18618/la-via-indigena-y-campesina-ante-la-crisis-ambiental#sthash.JU8hkQdz.dpuf

Iglesia y Sociedad

El saqueo

29 Jul , 2014  

La aprobación de la legislación secundaria de la reforma energética es todo menos una buena noticia para el país. No sorprende la dinámica del despojo, propia del voraz sistema capitalista que propone privatizar los beneficios y ganancias mientras socializa los pasivos y las deudas. Sorprende la impudicia, la ausencia de argumentos, la glorificación de la voluntad depredadora, la absoluta impunidad que se le garantiza a los despojadores… ¡Hasta Salinas de Gortari tenía más pudor cuando gobernaba abiertamente!

Se quejan de que se les llame traidores a la patria. Quizá pretendan que, además de callarnos ante su latrocinio, les hagamos un monumento por su entrega y dedicación a la nobilísima tarea de favorecer la entrega de las riquezas del país a los voraces comerciantes transnacionales. O, acaso, les demos el premio al mérito ecológico por haber aprobado con desfachatez la tecnología de la fractura hidráulica para la extracción de gas natural sin reparar en las consecuencias negativas para el ecosistema. El cinismo llevado a límites inauditos.

Ahí van los antiguos, otrora encarnizados enemigos políticos, tomados de la mano en la celebración del despojo, ante la atónita mirada de los inermes ciudadanos que les dieron el voto. Se jactan de haber echado abajo, en veinte largas horas de discusión y votación, la soberanía nacional y de haber dejado listo el camino para el progreso de los negocios de los capitales que, hoy se confirma, son los que realmente mandan en nuestra fallida democracia. Una sopa con sabor autóctono que sigue la misma receta de otras democracias que son solamente caretas justificatorias de los poderes fácticos. Dentro de poco tiempo la ley máxima no será la Constitución, sino el Tratado de Libre Comercio o cualquiera que sea el nombre que lleve la próxima legislación comercial de los capitales sin más patria que el lucro.

A menos de 20 años del FOBAPROA y sus funestas consecuencias, pretenden ahora endilgarnos la deuda pública de PEMEX a los contribuyentes. Como si no hubiera experiencia previa, proclaman que la malversación de los recursos de las pensiones y seguridad social que cotizaron mes a mes los empleados de PEMEX y que ellos se gastaron en inexplicable despilfarro, sea pagada ahora por las y los ciudadanos de este país. Dice el presidente del PAN: “esto tendría que hacerse con reforma energética o sin ella”. Dice el priísta secretario de economía: “sería una muy buena noticia para las finanzas nacionales”. Y no hay nadie que pueda meterlos a la cárcel por concebir y alentar ese latrocinio.

Tan empedrado de aviesas intenciones estará el camino de las reformas que tienen lugar ante nuestra impotencia, que hasta los obispos mexicanos, en su reciente visita al Vaticano, llevaron una lista de preocupaciones por el rumbo de las reformas y las consecuencias previsibles para los más pobres de este país. Y no es que el Episcopado mexicano se caracterice por su diligencia profética…

Ave soy de mal agüero: los despojadores juegan con fuego. Que no se quejen después.

Iglesia y Sociedad

El padrón de comunidades mayas

23 Jul , 2014  

Para Luis Peniche, en su cumpleaños

Hace unas semanas la prensa publicó que comenzará un proyecto de trabajo que tiene como propósito elaborar un padrón de comunidades mayas en el estado de Yucatán. Esto como resultado de una ley aprobada en mayo de 2011, la Ley para la protección de los Derechos de la Comunidad Maya del Estado de Yucatán y de la nueva Ley del Sistema de Justicia Maya del Estado de Yucatán, recientemente aprobada en mayo de 2014, ambas con cierto tufo a proteccionismo y tutelaje propio de otros tiempos. Encomendado a académicos y especialistas, la elaboración del padrón de comunidades mayas seguirá un proceso que no ha sido suficientemente explicado ni se conocen los criterios que se usarán para clasificar a las comunidades que entren en la composición de dicho padrón.

En un panorama en el que, hasta hace diez años, la existencia del pueblo maya no era ni siquiera reconocida por la Constitución estatal, pareciera que estas leyes fueran un paso adelante. Así piensan los gradualistas. Pero hemos de irnos con cuidado en esta valoración. Los intentos porque los derechos del pueblo maya queden reconocidos en las leyes pueden terminar dados al traste porque luchan contra una muy extendida mentalidad, defendida incluso por muchas personalidades públicas, que sostiene que, en realidad, no existe el tal pueblo maya como sujeto de derecho, que todos en Yucatán somos simplemente yucatecos y que hacer una diferenciación entre pueblo maya y pueblo no maya en Yucatán es fomentar la división y profundizar las diferencias sociales y culturales.

Tal posición, defendida a capa y espada por las buenas conciencias (Fuentes dixit), ha llevado a muchas personas a defender, por ejemplo, las colocación de las estatuas de los invasores españoles en el inicio de la avenida más importante de la ciudad de Mérida, no sin ironía llamada “la blanca”. Mestizos todos, hijos de la Conquista, no somos ya otra cosa más que un pueblo mixto, híbrido, irremediablemente mezclado, aunque en las casas y colonias de los sostenedores de esta hipótesis, las personas de habla y cultura maya encuentren lugar solamente en los cuartos destinados al servicio doméstico.

Lo que está en juego en este tipo de discusiones, me parece, es la construcción de un consenso colectivo sobre la existencia del pueblo maya como sujeto de derechos. Y no me refiero a sus derechos individuales, que les son consagrados a todos los habitantes de este país sin excepción por la Constitución Federal, sino a si son un pueblo distinto, de los llamados pueblos originarios, con derechos propios, de esos que le reconocemos a los palestinos, a los judíos, a los catalanes, a los vascos.

Para abonar datos a esta discusión, que enciende –como es de suponerse– un gran debate cada vez que viene a cuento, vale la pena recordar lo que nos comparte Eduardo Frades en el interesante artículo “Bartolomé de Las Casas y la libertad” (Agenda Latinoamericana 2014, pp. 12-13) en que el autor, a partir de la anécdota de que Cristóbal Colón, en 1499, entregó un indio como esclavo a cada uno de los españoles que llegaron al nuevo continente en dos navíos (300 españoles, 300 indios entregados como esclavos) y de la reprimenda que Colón recibiera de la Reina de España, que aconsejada por su confesor, Francisco Jiménez de Cisneros, proclamó su liberación inmediata, hace un recorrido por el largo proceso de comprensión que tuvo que pasar Bartolomé de Las Casas (quien siendo niño, desde 1943, tenía un esclavo a su servicio, recibido de su tío Francisco y que tuvo que devolver en 1499 debido a la orden de la Reina) hasta llegar a entender y defender el derecho a la libertad de los pueblos originarios de América.

Baste aquí, para refrendar mi recomendación de lectura, mencionar que la conclusión final de Bartolomé de Las Casas en relación con la elección de soberano está en su Tratado Comprobatorio en el que dice: “La elección de los reyes y de quien hubiere de regir hombres y pueblos libres, pertenece a los mismos que han de ser regidos, de ley natural y de derecho de gentes, sometiéndose ellos mismos al elegido por su propio consentimiento, que es acto de la voluntad que en modo alguno puede ser forzado… como quiera que todos los hombres han nacido y son libres…” Esta fue la razón por la que Bartolomé de Las Casas, oponiéndose a la Bula Papal, señaló que “privar a los señores de Las Indias de sus estados es incorrecto… Nunca Dios quiera que tal cosa se diga del Vicario de Cristo”, cuestionando así la famosa “donación” papal y cuestionando su valor jurídico, para terminar, provocativamente, con esta idea: “Tanto después del bautismo como antes, si los indios no quieren admitir a nuestros reyes como príncipes supremos, no hay ningún juez en el mundo que tenga poder para castigarlos por ese motivo…”

Quienes, en la línea de Las Casas, nos inclinamos por el reconocimiento de la libertad fundamental del pueblo maya (el actualmente existente y no sólo el recuerdo de los antepasados dejado por las antiguas ciudades o el trillado recurso de promoción turística), con todos los derechos que de su libertad como pueblo se derivan, como –por ejemplo– la autodeterminación, nos preguntamos de qué manera el pueblo maya está incluido en la construcción de un padrón que sólo a ellos le corresponde o, para decirlo mejor, quién autoriza a quienes no somos integrantes del pueblo maya a decidir qué comunidades o pueblos merecen la adscripción étnica.

Preguntas que se le ocurren a uno. Y quien diga que el teatro, entretenimiento como no hay dos, no suscita cuestiones vitales en el espectador (pienso en la magnífica puesta en escena de la obra de teatro Gente de Razón, pero también en Ah Kin Chi o en Guerrero en mi estudio) deje ya de llamarse a engaño.

Iglesia y Sociedad

Un retrato de don Raúl Vera

16 Jul , 2014  

Cuando lo conocí no me impresionó mucho su figura. Junto con otros presbíteros, estaba yo iniciándome en el conocimiento de la teología indígena. Don Raúl Vera, entonces obispo de Ciudad Altamirano, vino a ofrecer unas conferencias al presbiterio yucateco. Invitado por el Padre Fernando Zapata Vásquez, quien trabajaba entonces en el Movimiento por un Mundo Mejor, Monseñor Vera nos habló de cómo aplicaba en su diócesis un programa pionero de renovación pastoral. Nueva Imagen de Diócesis, se llamaba el programa, y trataba de convertir en acción pastoral organizada algunas de las intuiciones del Concilio Vaticano II. Dicharachero y bromista, don Raúl nos resultó simpático, pero nuestro corazón pastoral estaba, ya desde ese entonces, dirigido hacia otra geografía: la diócesis de san Cristóbal de las Casas y su egregio obispo, don Samuel Ruiz García.

Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando la Santa Sede lo nombró coadjutor de don Samuel. Conocíamos la técnica: la habían aplicado antes en Cuernavaca, Oaxaca y Tehuantepec. El Nuncio Apostólico intentaba borrar los rastros de cualquier cosa que oliera a teología de la liberación. Eran los tiempos en que entregar la cabeza de algún teólogo liberacionista equivalía a un seguro ascenso en el escalafón eclesiástico. Raúl Vera fue enviado a san Cristóbal de Las Casas con el turbio propósito de “poner orden” en la diócesis en la que había tenido lugar la sublevación indígena más importante de fines del siglo XX, cuyas reverberaciones nos siguen iluminando.

Con lo que no contaba el Nuncio Apostólico era que en sus aviesas intenciones, se toparía con una rareza: un obispo que creía en Dios y que estaba dispuesto a escudriñar Su voluntad en la vida del pueblo. Eso hizo don Raúl Vera. La Nunciatura, además de tener ahora como enemigo a don Samuel Ruiz, comenzó a tener otro en el Obispo Vera, al grado que, cuatro años después y violando la normatividad canónica, a don Raúl le fueron retiradas las prerrogativas del nombramiento que había recibido (coadjutor con derecho a sucesión) y fue trasladado, algunos dicen que desterrado, a la diócesis de Saltillo, en Coahuila, desde donde ha continuado con una labor pastoral encomiable que le ha merecido ser llamado el Obispo de los derechos humanos y haber sido repetidamente nombrado entre las candidaturas al Premio Nobel de la Paz.

Ya en la diócesis de Saltillo, la labor pastoral de don Raúl se ha visto magnificada. Partiendo de su entrega a los pueblos indígenas, su ministerio se ha extendido a una labor inapreciable por sus enormes dimensiones: atención a los mineros explotados, a las mujeres víctimas de violencia, a las personas homosexuales discriminadas en su propia iglesia, el acompañamiento de las familias de los miles de desaparecidos que pueblan nuestras fronteras nacionales, la atención a la tragedia del holocausto migrante, etc.

Yo mismo he sido objeto de su misericordiosa acción pastoral. Haré una confesión desde estas líneas. Hacia finales de enero de 2009, habiendo sido invitado por el grupo apostólico coahuilense San Aelredo para ofrecer una conferencia en el marco del II Congreso sobre Fe y Diversidad Sexual, y mientras me alistaba para viajar a Saltillo, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió la notificación pública respecto a un libro de reflexiones teológicas y pastorales sobre el tema de la homosexualidad que yo había escrito en 2006. Después de tres años de desgastante proceso, la Congregación concluía su período de estudio y descalificaba en un Dossier de Observaciones las tesis sustentadas por mí en el libro. La carta de la Congregación que acompañaba las Observaciones, dirigida al entonces presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), traía además una advertencia a propósito del tema que había yo tratado en el libro: “tema sobre el cual el Autor, por los momentos (sic), no debe ni escribir ni enseñar”.

En obediencia a esta disposición, me comuniqué inmediatamente con los responsables del Congreso al cual había sido invitado para avisar que ya no ofrecería la conferencia prometida. Mi sorpresa fue mayor cuando horas después, al recibir una llamada telefónica, escuché la voz de Monseñor Vera quien, al tanto de la situación, me invitaba a irme de todas formas a Saltillo para salirme un poco del ojo del huracán provocado por la publicación en los periódicos de mayor circulación en Yucatán de una nota oficial de la Arquidiócesis advirtiendo a los fieles de la determinación de la Congregación. La generosidad de don Raúl me ofrecía así un espacio de reflexión para repensar lo que sería mi respuesta a las Observaciones provenientes del Vaticano. Don Raúl, no solamente me ofreció, misericordioso, un salvavidas en medio de aquel agitado mar, sino que además me hospedó en su casa durante toda una semana, me dedicó muchas atenciones, conversó conmigo largamente acerca de cómo me sentía y compartió conmigo sus reflexiones acerca de la pastoral de acompañamiento a personas homosexuales que llevaba adelante en su diócesis. Nunca he recibido trato tan cordial y fraterno de parte de ningún otro Obispo. Mi agradecimiento hacia Raúl Vera es, como se imaginarán, eterno e inconmensurable.

Hago esta confidencia solamente para subrayar la importancia de don Raúl en este escondido aspecto de mi vida personal, completando así el impacto que su ejemplo cristiano ha dejado siempre en mi labor ministerial. Pues bien, para quienes no conozcan de cerca a don Raúl Vera López, se les presenta ahora una gran oportunidad. Editorial Grijalbo ha publicado en enero de este año el libro “El evangelio social del obispo Raúl Vera. Conversaciones con Bernardo Barranco”. La bondad de mi querida amiga Maru Noguez me ha puesto en contacto con el libro. Prologado por Javier Sicilia, otro cristiano a carta cabal a quien admiro profundamente, el libro es un verdadero tesoro, una larga y interesantísima entrevista que permite al lector acceder a los aspectos medulares del pensamiento y la acción de don Raúl Vera, con mucho el obispo más destacado y una rara avis en el Episcopado Mexicano. Un libro que puede hacer renacer la fe en la iglesia, “esa iglesia, para decirlo con las palabras de Sicilia en el prólogo, que está en todos aquellos que, como el propio Vera, tienen puestos de responsabilidad en la estructura eclesiástica y, dejando el boato, dándole la espalda a los signos del César, se hacen uno con la gente y sus sufrimientos y, asumiendo que deben jugarse la vida como su Señor, salen a protestar y a oponerse a todo lo inhumano, a todo poder corrompido, a toda hipocresía, a todo juego de intereses…

Un libro que, desde luego, recomiendo encarecidamente a todas y todos.

Iglesia y Sociedad

La nueva Comisión del Senado

1 Jul , 2014  

Para Raúl Cervera SJ, en su cumpleaños

El 12 de junio de 2014 se dio a conocer que el Senado de la República declaraba instalada una nueva comisión: la Comisión Ordinaria de la Familia y el Desarrollo Humano. El artículo 113 del Reglamento del Senado de la República señala que el establecimiento de comisiones ordinarias sólo puede hacerse por mandato de ley o por acuerdo del pleno. No se conoce ninguna ley que haya mandatado la constitución de esta comisión, así que se asume que su instalación procede de una decisión tomada previamente por el pleno.

El anuncio de esta Comisión fue sorpresivo para muchos. Las protestas casi inmediatas. Diversos grupos civiles organizados se manifestaron en contra, sobre todo debido al discurso de instalación con el que la Comisión fue anunciada públicamente. Tocó decir el discurso al presidente de la naciente comisión, senador José María Martínez Martínez. Después de leerlo, por pura deducción, uno se da cuenta que fue una intervención libre, no escrita, al menos eso puede inferirse de las licencias sintácticas propias del lenguaje conversacional.

Motivaron la protesta generalizada algunas de las frases del senador Martínez:
“Hoy la importancia de esta Comisión radica en los retos y desafíos que hoy tiene la familia. La familia que conceptualmente hoy no tenemos una distinción (sic) que cuando menos jurídicamente nos armonice el sentir o los sentires de todos los mexicanos en concreto respecto del modelo que nosotros queremos”.
“Hoy los legisladores se han pronunciado por un concepto, hoy la Corte ha metido de más su criterio, y discúlpenme mi atrevimiento, en términos de la familia, y hoy algunos estados, en concreto el Distrito Federal ha ido más allá, ha ido incluso a través de modas, tendencias, tratando de adoptar este modelo de familia, sin que ello nos signifique a la mayoría de los mexicanos… Es aquí donde reside la importancia de esta Comisión y su reto fundamental: defender, fortalecer y trabajar por la familia que nos significa a todos los mexicanos. La familia desde ese concepto de los lazos naturales que han predominado a lo largo de la historia y ha resistido embates de modas y tendencias. Ese concepto es el que hoy nos interesa y nos significa en esta Comisión trabajar”.
“Hemos adoptado políticas internacionales a lo largo de nuestra historia que nos han dado por crear institutos de las mujeres, de los jóvenes, de los adultos, sin pensar en el concepto integral de la familia… Hoy tenemos que volver de nueva cuenta a esos lazos naturales que han integrado este concepto, esta comunidad de amor y de solidaridad”.

El Senado, junto con la Cámara de Diputados, es un órgano legislativo. Por eso las declaraciones del Senador Martínez han causado tanto revuelo. No son las opiniones de un ciudadano común y corriente, sino de un legislador en posición de hacer leyes y cabildear para convertirlas en obligatorias para todos los mexicanos/as. Las referencias del discurso son inconfundibles: hacen referencia a la pluralidad de familias en México como “modas y tendencias”, como si las familias que no se ajustaran al modelo que profesa el Senador no merecieran la protección de la ley.

Se atribuye, sin más, la idea estrecha de familia que tiene el Senador a su filiación partidaria y/o su pertenencia religiosa. Esto es solo cierto en parte. Hay panistas que tienen muy otra idea. Y si de iglesias hablamos, hasta ellas están hoy preguntándose cómo asegurar el servicio de la evangelización a los diversos tipos de familias de nuestra época. Al menos eso ocurre en la iglesia católica, que ha iniciado una reflexión en la que recoge las demandas y necesidades de las familias de nuestro tiempo, esfuerzo que cristalizará en octubre próximo, cuando un sínodo extraordinario de Obispos se reúna en Roma para discutir de estos asuntos. Y el trabajo continuará, así lo ha dado a conocer el Vaticano, durante el 2015.

Anclados en una visión de familia que ha quedado rebasada por la realidad, muchos políticos como Martínez creen prestar un servicio a la patria, no respondiendo a las necesidades y demandas de todas las familias mexicanas en su amplia diversidad, sino atendiendo solamente a un modelo de familia que él califica de mayoritario. Pero a lo mejor mi reflexión es insensata: no parece el senador empeñado en buscar políticas públicas de amplio beneficio para las familias, sino entablar una discusión filosófica… ¿es una Comisión del Senado el lugar adecuado para esto?

Jorge Volpi, el ilustrado novelista mexicano, escribió recientemente un artículo periodístico en el que señala provocadoramente: “Imaginemos esta escena. De la noche a la mañana, la prensa nos informa que en el Senado de la República se ha creado la Comisión del Idioma. «¿Del idioma?», pregunta un atónito periodista. «Del español», aclara el vocero de la comisión, «el idioma que el pueblo mexicano utiliza para comunicarse.» «¿Y cuál es su objetivo?», interviene otro reportero. «En nuestra región, el español es el idioma que prefiere una abrumadora mayoría de ciudadanos. Es obligación del Senado velar por este importante patrimonio inmaterial.» El primer periodista mira con sorpresa al vocero: «¿Y las lenguas indígenas?» El vocero se relame: «Las lenguas indígenas no son usadas por la mayoría de mexicanos a los que represento», y se da media vuelta”.

Termina Volpi el artículo de manera perentoria: “La obligación de cualquier Estado democrático no es velar por lo que quiere la mayoría, así sea del 99 por ciento, sino asegurar que todas las personas sean tratadas de forma equivalente. Es lamentable que el Senado de la República y en particular los miembros de los partidos que no pertenecen a la derecha conservadora no se den cuenta del daño que le hacen al país al permitir la existencia de una comisión como ésta. No existe la Gran Familia Mexicana: lo que existe una gran variedad de familias y la obligación del Estado consiste en proteger a cada una de ellas -en especial de quienes creen que sólo existe Una”.

Y no necesita uno ser de un “grupo radical homosexualista (sic) o feminista”, como leí en algún mensaje de whatsapp que circula en un chat religioso, para oponerse a dicha Comisión. Basta con tener sentido común, aceptar como una bondad la naturaleza laica del Estado y creer que las figuras sociológicas no permanecen inalterables a lo largo del tiempo, como si de una revelación divina se tratara, sino que cambian y se adaptan a nuevas circunstancias.

Porque si de lo que se tratase fuera de conversar sobre la idea de familia que se desprende de los documentos fundacionales de la religión cristiana, habría mucho que discutir, no solo por el amplio espectro de familia que nos presenta la Biblia Judía, sino porque cristianos y cristianas somos discípulos de Alguien que renunció a su familia, abandonándola para dedicarse a la predicación; que no vivió acomodándose al matrimonio y la familia patriarcal de su época; y que invitó a sus discípulos/as a dejar a sus familias y a dar primacía al Reino antes que a la conservación de un modelo de familia contra el que se mostraba reticente. Pero eso ya sería harina de otro costal… lo que sostengo aquí es más simple: el Senado de la República ha de favorecer políticas y hacer leyes que garanticen el bienestar y la protección de todos los modelos de familias que existan en nuestro país.

No extraña por eso, que a pocos días de suscitado el escándalo, otro senador, Raúl Cervantes, –nada menos que el presidente del Senado– se haya visto obligado a declarar que respetarán todas las libertades constitucionales y los tratados internacionales (a los que el senador Martínez aludió con tanto desdén) y que “de ninguna manera se creó la Comisión de la Familia y el Desarrollo Humano con el perfil de las declaraciones individuales que hizo el senador (José María) Martínez”. Ojalá prevalezca la sensatez.

Iglesia y Sociedad

Públicas disculpas

27 Jun , 2014  

La película se llama “La Duda”. Tiene como protagonistas a la maravillosa Meryl Streep, en el papel de una religiosa escrupulosa e inquisidora, y al admirado y malogrado actor Phillip Seymour-Hoffman en el papel de un sacerdote, capellán de la escuela en la que dicha religiosa trabaja.

No voy a contar aquí la película. Seguramente muchos de los lectores y lectoras de esta columna la han visto, porque fue ganadora de algunos Óscares en una no muy lejana edición del premio de la Academia. La traigo a colación porque hay una escena a la que quiero referirme.

El sacerdote ha sufrido la persecución de parte de la religiosa que, acosada por las sospechas, quiere expulsar al sacerdote de su colegio. En la Misa, es hora de que el padre predique. Desde el púlpito, el presbítero lanza una breve pero punzante homilía acerca del pecado de difamación y calumnia. “Un día, dice el sacerdote en la predicación palabras más palabras menos, se acerca una mujer a confesarse de haber proferido una calumnia contra alguien. El confesor le pone a la mujer una penitencia: vaya usted a su casa y tome una de las almohadas de su cama. Suba después al techo de su casa y acuchille la almohada. Mirará usted las plumas esparciéndose por el horizonte. Baje después y, en penitencia por su pecado, recoja usted las plumas hasta volver a dejarlas dentro de la almohada. La mujer penitente replica: pero eso será ya imposible, padre. A lo que el confesor responde: ¡pues así son las calumnias de irreparables!”. Hasta aquí la remembranza del filme.

La película me ha venido a la memoria cuando, en esta semana que pasó, intervine en una conversación a través de una red social. En el marco de un chateo ligero y frívolo yo lancé una invectiva en contra de una persona a quien no conozco, lastimando injustificadamente su honra y su buena fama. No era, no, un comentario de análisis o de crítica, sino una ligereza injustificable que resultó profundamente dañina. Estoy profundamente arrepentido de ello. Cuando la persona agredida se dirigió a mí en privado para reconvenirme caballerosamente, caí en la cuenta de la dimensión de mi acción, a todas luces vil e indigna y su nobleza, la del agredido, creció ante mis ojos.

Le he pedido perdón, pero –trayendo a cuento la anécdota de la película– sé que esto no será de ninguna manera suficiente. Nada lo será. Y como, con toda razón, la persona agredida no desea ver su nombre ligado el mío de manera pública, no me queda más que ofrecer estas disculpas públicas y anónimas en el vano intento de resarcir de alguna manera la fama que contribuí a lastimar. Esto, a pesar de que es altamente improbable que él visite y lea esta declaración. De cualquier manera, desde aquí le aseguro a dicha persona y a ustedes, pacientes lectores y lectoras de este espacio, que seré más que cuidadoso para tratar de no cometer el mismo error con nadie más. Estoy avergonzado.

Iglesia y Sociedad

Gente de Razón o los muertos de José Ramón

19 Jun , 2014  

Desde hace algunos años tenemos la fortuna de tener al Maestro José Ramón Enríquez viviendo en la ciudad de Mérida. Antes al frente del Centro Universitario de Teatro de la UNAM (CUT), director y dramaturgo que goza de amplio reconocimiento, su presencia ha venido a enriquecer el panorama teatral yucateco y, ya desde su magisterio en la ESAY o su trabajo en la Compañía Teatro Hacia el Margen, ha convertido su proyecto de “retiro” en un fecundo intercambio con la comunidad teatral de nuestro estado, lo que ha redundado en beneficios mutuos.

Con toda su experiencia y sabiduría acumuladas, José Ramón ha venido dedicándose a una labor poco común: desenterrar muertos. No hablo de un oficio fúnebre o de un tétrico empeño, sino de una tarea de resurrección. Quizá debería yo hacer dicho: una labor poco común, resucitar muertos. Y lo ha hecho no sólo dialogando en su producción teatral con algunos grandes del teatro mundial (Tennesee Williams, Samuel Beckett…), sino realizando una labor de investigación histórica que lo ha llevado a preguntarse, incluso, de quiénes son los cadáveres que pueblan el subsuelo de la vieja casona de la calle 58 en la que vive, como revelara su esperpento “Guerrero en mi Estudio” (texto publicado en 2010 en la colección Cuadernos de Dramaturgia Mexicana No. 29, de Ediciones y Producciones Escénicas Paso de Gato con el apoyo del H. Ayuntamiento de Mérida).

De alma perpetuamente inquisitiva, junto con los muertos, José Ramón desentierra añejas cuestiones no resueltas: quiénes somos, qué pasa con aquellos cuya memoria desaparece y a dónde va su legado, cuántas piezas extraviadas explican la compleja realidad que es México, en fin, como dijera el poeta, sobre qué muertos vivimos nosotros. Pues bien, José Ramón ha hecho de nuevo de las suyas: acaba de escribir un esperpento titulado “Gente de Razón”, pieza en la que continúa el planteamiento iniciado en “Guerrero en mi Estudio” sobre los orígenes del mestizaje, buscando respuestas que no solamente aclaren y expliquen nuestro pasado, sino que nos permitan abordar con nueva visión el desprecio y el olvido al que relegamos a los pueblos originarios en el afán absurdo de construirnos una identidad que los excluya vergonzantemente.

Escrita ad hoc para ser puesta en escena por los alumnos de la ESAY que concluyen sus estudios teatrales, Gente de Razón cuenta una historia para ocho personajes. En esperpéntico galimatías se conjugan, muy a la José Ramón, referencias a Juan Goytisolo, John Kennedy Turner, Karl Marx y muchas citas más (y citas de las citas) acompañando una trama por demás sugerente: una pareja de periodistas (uno reportero, la otra fotógrafa) llegan a España, a un convento dominico abandonado en Andalucía; ahí se encuentran con los fantasmas de Tenamaztle, -cacique del desaparecido pueblo de los caxcanes–, Tecuixpo –hija de Moctezuma y bautizada con el nombre cristiano de Isabel–, Fray Felipe Xiu –maya convertido al cristianismo y nieto de Tutul Xiu–, Fray Bartolomé de Las Casas y Pedro de Alvarado. Un último, gracioso personaje, aparece en la obra: doña Maruca Enríquez de Lara, mujer deseosa de ser reina de México, cómico remedo de Maximiliano.

La obra puede tener múltiples lecturas. No aburriré aquí a los pacientes lectores de esta columna semanal con las mías. Subrayo, sin embargo, tres elementos:
1. La vigorosa presencia de Tecuixpo, dignamente representada por Liliana HeSant, uno de los ejes de comprensión de la pieza, como en “Guerrero en mi Estudio” lo fuera Zazil Ha, la olvidada esposa de Gonzalo Guerrero. Un cuestionamiento abierto al sesgo patriarcal de nuestra investigación histórica y nuestra memoria colectiva.
2. La presentación compleja de una realidad también compleja: un Las Casas, icono de la defensa de los indios, cuestionado por la hija de Moctezuma; un maya convencido de su fe cristiana y en tensión permanente con su realidad indígena (con un extraordinario Efraín Vaaz encarnando el personaje, la más vigorosa presencia escénica a mi juicio), un conquistador reclamando su propia mitología, Tenamaztle, testigo fantasmal de un pueblo desaparecido y reclamador de una descendencia que se hizo humo… todo en el marco de un diálogo intenso y emotivo entre los cuatro fantasmas, quizá el momento de mayor hondura de la obra.
3. Finalmente, aunque hubiera muchas cosas más que decir, la continua interpelación que dirigen los personajes al autor de la obra, sentado como niño regañado en la primera fila del teatro, sujeto a múltiples cuestionamientos y víctima de su propia obra dramática.

“Gente de Razón” se convertirá, estoy seguro, en un trepidante punto de inicio para largas discusiones de quienes decidan asomarse a su puesta en escena. Esta provocativa invitación a la reflexión sobre nuestros orígenes, burla ilustrada también de muchos de nuestros vicios nacionales y de la deificación de la mercadotecnia, vale la pena verse y gustarse. Estará presentándose en el Auditorio del Centro Cultural Olimpo todos los miércoles del mes de julio. Forman parte del equipo de producción, acompañando a José Ramón Enríquez en la dramaturgia y dirección, los cada vez más reconocidos nombres de Sebastián Liera, Pablo Herrero, Luis Ramírez, Francisco Solís y Bernard Fontbute, en una producción de la ESAY.

Iglesia y Sociedad

Reflexiones sobre la libertad

10 Jun , 2014  

Para aquellos/as que han hecho de U Yits Ka’an, una escuela de libertad ecológica.
En reconocimiento a sus esfuerzos de tantos años.

Desde las montañas de la selva lacandona se escucha el ruido sonoro: ¡libertad, libertad, libertad! Es la concentración más exacta del espíritu zapatista.

No obstante, nos recuerda Marc Plana (Agenda Latinoamericana 2014 p.90), desde Cataluña, en España, “algo deberíamos sospechar cuando el concepto libertad es un término tan aceptado hoy por todo tipo de ideologías”. Y creo que tiene razón. Han reclamado libertad tanto los jóvenes del 68 como Thatcher y Reagan, los presos políticos como los comerciantes neoliberales. Se hace necesario, pues, encontrar los límites para potenciar la libertad entendida como medio para conseguir una vida más humana para todas y todos, y no ceder al embrujo de la defensa absoluta de una libertad sin límites. Ya Victoria Camps escribía con acierto: “No se predica el autogobierno como un valor en sí, ni de nadie que carezca de criterio para autoconducirse. Se predica de los humanos. ¿Por qué y para qué? Para que realicen su humanidad. La autonomía es, sin duda, condición de humanidad. El ser que vive bajo constricciones, esclavizado, no es plenamente un ser humano. Pero tampoco lo es… quien usa su facultad de autogobierno solo para ejercer la violencia o dominar al otro…” Pero ¿cómo definir el uso “humano” de la libertad? ¿Quién impone los límites?

Y no se trata de una discusión puramente metafísica, que pudiera solucionarse a partir de la aceptación de algunos principios (con todo y que los principios sean muy importantes) como el que la libertad es para el bien y no para el mal, etcétera. Se trata, sí, de encontrar para nuestra acción colectiva un pacto común de esos límites, en un diálogo abierto, plural y democrático. Eso que ha venido haciendo lo que llamamos el “discurso de los derechos humanos”.

La defensa a ultranza de la libertad como un derecho absoluto trae consigo riesgos muy graves, porque legitima la desaparición de todo tipo de criterios. Quizá por eso es la demanda número uno del comercio neoliberal: la libertad (de comprar y de vender, de convertir todo en mercancía). Como dijera Tzvetan Todorov, no podemos defender la libertad del zorro en el gallinero. Marc Plana termina su reflexión diciendo: “La libertad no puede ser una palabra usada acríticamente para justificar cualquier acción. Nuestra dignidad depende de ello. Pico della Mirandola dijo que la libertad nos puede convertir en dioses o en animales. Seamos conscientes cuando la exigencia de libertad sirva para justificar la descohesión social, para invisibilizar la necesidad del otro, o para instrumentalizar nuestras acciones a favor de intereses ajenos al bien común… Exijamos libertad, sí, pero exijamos libertad para hacernos más humanos».

Quizá uno de los terrenos en que la libertad, entendida como ausencia de todo límite, ha causado más daño es en el cuidado del medio ambiente. Pensar la libertad desde la perspectiva de la Tierra como un planeta vivo tiene muchas implicaciones. El sistema de mercado, que ha impuesto su lógica de tratar todo como mercancía, ha fortalecido la concepción antropocéntrica: el ser humano es el centro de toda la naturaleza y todos los demás seres vivos con “cosas” cuya existencia adquiere valor solamente en la medida en que son útiles a los humanos. Superar este pensamiento antropocéntrico asociado a la lógica del mercado, es uno de los grandes retos de nuestro siglo. Si se conserva con esta misma fuerza en dos o tres generaciones más, el planeta estará en riesgo grave de extinción (si no el planeta, sí la especie humana).

A eso se refiere la UNESCO en la Carta de la Tierra, aprobada en el año 2000 cuando habla de “comunidad de vida” para referirse a la enorme y compleja red de seres vivos que tiene el planeta. Tiene razón Pedro A. Ribeiro de Oliveira (Agenda Latinoamericana 2014, p 102) cuando señala que no hay comunidad posible de vida entre señor y esclavos. “Al tratar a las otras especies como cosas a las que negamos su libertad, nuestra especie se coloca en la posición de dueña del mundo, como un monarca solitario dominando a sus súbditos con mano de hierro”.

Y ya sabemos cuáles son las consecuencias de un pensamiento así: las constatamos cada día con el proceso de deforestación, abuso de energías contaminantes y sobrecalentamiento mundial. Pensar, en cambio, la Tierra como un ser libre es pensarla como capaz de decidir su propio futuro, y eso se da por medio de la especie que ella engendró en su madurez: la especie humana. Tiene razón Leonardo Boff cuando señala que nosotros, los seres humanos, somos la Tierra que en su evolucionar ha llegado a sentir, a pensar, a amar y a venerar. Somos la Tierra misma que siente, piensa, ama y venera.

En fin, que entender que la libertad nos es dada, no para dominar la tierra, sino para que escojamos los caminos más adecuados al pleno desarrollo de la “comunidad de vida” de la Tierra, es la primera condición para el ejercicio de la libertad en dimensión planetaria. Y es uno de los retos a los que estamos llamados a dar respuesta en este siglo de depredación continuada y de destrucción medio ambiental.